El trastorno bipolar recibe distintos nombres en el ámbito de la psicología, como bipolaridad, síndrome bipolar o trastorno afectivo bipolar. Hace años también recibió el nombre de depresión maníaca, depresión bipolar y trastorno maníaco-depresivo. Tiene una prevalencia estimada de entre el 2 % y el 3 % de la población mundial.
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El trastorno bipolar es una condición en el estado de salud mental en la que la persona sufre principalmente cambios drásticos en el estado de ánimo, que varían desde episodios de manía (momentos en que la persona exhibe un estado de ánimo anormalmente elevado, euforia o sensación de bienestar extremo) o hipomanía (cuando esta expansión anormal del estado de ánimo es menos severa que en la manía) hasta episodios depresivos.
Si bien es cierto que el trastorno bipolar se encuadra dentro de los trastornos del estado de ánimo, también es necesario evaluar y revisar otros aspectos, como la funcionalidad de la persona, niveles de energía y actividad diaria, entre otros.
En el trastorno bipolar coexisten diferentes episodios y síntomas. En la fase maníaca, algunos de los síntomas que podemos encontrar son:
En cambio, en la fase depresiva, algunos de los síntomas que podemos encontrar son:
Por último, un episodio hipomaníaco es una variante menos extrema de la manía que dura más de 4 días y que incluye más de 3 síntomas de la fase maníaca. Para algunas personas, los episodios hipomaníacos son funcionales y muy adaptativos, ya que producen un aumento de la confianza, la creatividad y un funcionamiento social superior.
Muchas personas que padecen episodios hipomaníacos no desean abandonar este estado eufórico, ya que les resulta placentero. Para los profesionales de la salud mental esto puede constituir un verdadero reto, ya que consciente o inconscientemente la persona puede crear resistencias al tratamiento. En otros, la hipomanía se manifiesta como distracción fácil e irritabilidad, causando malestar a ellos mismos y a su entorno cercano.
En algunos casos, las personas con trastorno bipolar pueden experimentar incongruencia afectiva o paratimia, es decir, una desincronización entre la emoción expresada y el contexto. Esto puede manifestarse en reacciones emocionales inapropiadas, como risas durante momentos tristes o reacciones desproporcionadas en situaciones sin importancia.
Existen distintos tipos de factores de riesgo que contribuyen al desarrollo del trastorno bipolar, que podemos clasificar según su tipología:
En psicología, entendemos que ser bipolar es mostrar una serie de comportamientos característicos que satisfacen determinados criterios diagnósticos. En este sentido, para diagnosticar el trastorno bipolar hay que llevar a cabo un proceso multifacético y complejo que requiere la intervención de profesionales de la salud mental, tanto psiquiatras como psicólogos, idealmente que estén especializados y formados en la intervención de dicho trastorno y que sean capaces de llevar a cabo una evaluación cuidadosa y completa.
En este sentido, un diagnóstico preciso es primordial para el manejo de la personalidad bipolar y para mejorar la calidad de vida de la persona. El proceso para el diagnóstico consiste en:
Es importante entender que los test de trastorno bipolar que existen en internet nunca van a reemplazar la evaluación y el diagnóstico de un profesional de la salud mental. Así como es necesario mencionar también la necesidad de realizar un diagnóstico diferencial, que permita evaluar y descartar otros trastornos de salud mental, como el trastorno límite de personalidad, el trastorno esquizoafectivo u otros trastornos de ansiedad.
El tratamiento del trastorno bipolar debe realizarse a través de una óptica multidisciplinar. El objetivo del tratamiento se basa primeramente en estabilizar a la persona, es decir, controlar sus síntomas. Después, se trabajará en la prevención de recaídas y en el aumento de la calidad de vida de la persona. Es importante señalar que una persona bipolar puede llevar una vida normal y, con el tratamiento adecuado, una persona bipolar puede vivir sola de manera independiente.
Una vez diagnosticado el trastorno bipolar, es necesario hacer uso de tratamiento farmacológico para estabilizar a la persona. Comúnmente, se utiliza una mezcla de psicofármacos del grupo de los estabilizadores del ánimo, antipsicóticos y antidepresivos. No obstante, el uso de antidepresivos siempre debe ir acompañado con estabilizadores de ánimo para prevenir episodios maníacos o hipomaníacos.
En cuanto al tratamiento psicológico, la terapia que cuenta con mayor grado de validación actualmente es la terapia cognitivo-conductual (TCC). Gracias a ella, se ayuda a la persona a identificar y cambiar patrones de pensamiento y conducta negativos, y le otorga herramientas para afrontar el estrés, un factor precipitador de riesgo muy habitual en este trastorno. Con el tiempo y el correcto manejo de factores estresantes, la persona irá siendo más capaz de controlar y prevenir posibles recaídas. Es importante resaltar que una persona bipolar es consciente de sus actos, lo que facilita su participación activa en la terapia.
Asimismo, es muy importante realizar una profunda labor de psicoeducación acerca del trastorno bipolar e involucrar a los miembros de la familia y, si es posible, al entorno cercano, para mejorar también la comunicación y el impacto del trastorno en las dinámicas familiares. Al igual que es necesario realizar cambios en el estilo de vida que promuevan ritmos y rutinas regulares y saludables, así como evitar el consumo de alcohol y drogas.
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