El tratamiento del trastorno bipolar debe realizarse a través de una óptica multidisciplinar. El objetivo del tratamiento se basa primeramente en estabilizar a la persona, es decir, controlar sus síntomas. Después, se trabajará en la prevención de recaídas y en el aumento de la calidad de vida de la persona. Es importante señalar que una persona bipolar puede llevar una vida normal y, con el tratamiento adecuado, una persona bipolar puede vivir sola de manera independiente.
Una vez diagnosticado el trastorno bipolar, es necesario hacer uso de tratamiento farmacológico para estabilizar a la persona. Comúnmente, se utiliza una mezcla de psicofármacos del grupo de los estabilizadores del ánimo, antipsicóticos y antidepresivos. No obstante, el uso de antidepresivos siempre debe ir acompañado con estabilizadores de ánimo para prevenir episodios maníacos o hipomaníacos.
En cuanto al tratamiento psicológico, la terapia que cuenta con mayor grado de validación actualmente es la terapia cognitivo-conductual (TCC). Gracias a ella, se ayuda a la persona a identificar y cambiar patrones de pensamiento y conducta negativos, y le otorga herramientas para afrontar el estrés, un factor precipitador de riesgo muy habitual en este trastorno. Con el tiempo y el correcto manejo de factores estresantes, la persona irá siendo más capaz de controlar y prevenir posibles recaídas. Es importante resaltar que una persona bipolar es consciente de sus actos, lo que facilita su participación activa en la terapia.
Asimismo, es muy importante realizar una profunda labor de psicoeducación acerca del trastorno bipolar e involucrar a los miembros de la familia y, si es posible, al entorno cercano, para mejorar también la comunicación y el impacto del trastorno en las dinámicas familiares. Al igual que es necesario realizar cambios en el estilo de vida que promuevan ritmos y rutinas regulares y saludables, así como evitar el consumo de alcohol y drogas.