Para entender el trastorno de personalidad dependiente, es importante partir del concepto de dependencia afectiva, definiéndolo como un estado patológico en el que la persona siente una fuerte necesidad de encontrar en el otro:
- atención,
- apoyo,
- cercanía afectiva.
Estas necesidades de la persona con dependencia emocional conducen a un comportamiento de sumisión y a un miedo constante a la separación. La preocupación y el estado de ansiedad por sentirse solo y abandonado llevan a un control constante del otro, incluso cuando no hay razón para temer esta condición. Cuando este modo relacional de dependencia se vuelve inflexible y omnipresente, se puede hablar de trastorno de la personalidad dependiente.
Criterios diagnósticos del trastorno de personalidad dependiente
Los criterios diagnósticos del trastorno de la personalidad dependiente según el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-5) son los siguientes:
- Necesidad excesiva de ser cuidado: la persona muestra una necesidad excesiva de que otros se ocupen de ella y se hagan cargo de las responsabilidades importantes en su vida diaria, mostrando una relación de dependencia excesiva.
- Miedo al abandono: la dependencia emocional y el miedo al abandono pueden ir de la mano. En este caso, existe un miedo intenso en la persona a ser abandonada o dejada sola, incluso en situaciones en las que esto es poco probable.
- Dificultad para tomar decisiones: la persona tiene dificultades para tomar decisiones cotidianas sin el constante consejo y reafirmación de los demás.
- Dependencia en relaciones: se observa un patrón de sumisión y apego excesivo a figuras significativas de su vida, buscando desesperadamente su apoyo y validación.
- Dificultad para expresar desacuerdo: la persona se muestra reacia a expresar desacuerdo o confrontar con los demás, por temor a perder su apoyo o afecto.
- Dificultad para iniciar proyectos o hacer cosas por sí mismo: la persona tiene dificultades para iniciar o llevar a cabo proyectos por su cuenta debido a una falta de confianza en sus propias habilidades y juicio.
- Búsqueda constante de cuidados: la persona busca constantemente la atención y el apoyo de los demás, incluso cuando no es necesario o adecuado.
- Sentimientos de incompetencia: existe una percepción persistente de ser incompetente o de no poder enfrentar la vida sin la ayuda de los demás.
- Preocupación excesiva por el abandono: la persona está constantemente preocupada por el temor de ser dejada o abandonada, y hará todo lo posible por evitarlo.
- Disminución de la autonomía: se observa una falta de iniciativa y autonomía en la toma de decisiones y en la vida diaria, dependiendo en gran medida de los demás.
Para que un profesional pueda diagnosticar un trastorno de la personalidad dependiente, además de cumplirse los criterios anteriores, estos deben comenzar al principio de la edad adulta y tienen que estar presentes en diferentes contextos de la vida de la persona afectada.
Causas de la personalidad dependiente
En la historia infantil de las personas con trastorno de la personalidad dependiente, es posible encontrar padres que proporcionan cuidados y disponibilidad afectiva de forma discontinua, imprevisible y, a menudo, contradictoria con las demandas de atención del niño.
Esta modalidad parental, apropiadamente definida como "estilo de apego ansioso-ambivalente", condiciona al niño que, por temor al abandono del cuidador, lleva a cabo conductas de control y búsqueda continua de cercanía, con el objetivo de sentirse tranquilizado constantemente.
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El trastorno de personalidad dependiente en la vida de pareja
La pareja de una persona que padece un trastorno de personalidad dependiente, al vivir en una condición en la que se ve a sí misma cumpliendo expectativas y deseos, se sentirá legitimada para dominar la relación, disfrutando de las ventajas resultantes y centrando la atención en sí misma y en sus propios intereses y objetivos.
Esta actitud mantiene y fomenta el comportamiento de sumisión y complacencia, al menos hasta que la persona con personalidad dependiente perciba una sensación de coacción excesiva. El miedo, o más bien, el terror al abandono, conduce a una represión de la ira hacia el otro y a una desvalorización de uno mismo al creerse necesitado de cuidados, a menudo idealizando al compañero como cuidador. A partir de aquí, el ciclo de dependencia vuelve a empezar.
Terapia para el trastorno de personalidad dependiente
Todos los trastornos de la personalidad se caracterizan por dificultades en el ámbito de las relaciones interpersonales y la identidad personal. Por lo tanto, también en el trastorno dependiente es necesario trabajar tanto en la mejora del funcionamiento interpersonal como en el fortalecimiento de la autoimagen.
En concreto, estos son los objetivos de la terapia para el trastorno de personalidad dependiente:
- la búsqueda de los propósitos vitales hacia la autonomía;
- la relación terapéutica como "laboratorio de cuidados”;
- la reestructuración del yo autónomo y eficaz.
La búsqueda de propósitos vitales hacia la autonomía
En primera instancia, el trabajo terapéutico debe implicar la realización de un sentido de mayor autonomía y acompañar a los pacientes con trastorno de personalidad dependiente hacia el reconocimiento de sus propias necesidades.
Es importante hacer experimentar al paciente que la creación de oportunidades de autonomía no conduce necesariamente a una ruptura de la relación afectiva.

La relación terapéutica como "laboratorio de cuidados”
Dadas las modalidades relacionales de quienes padecen un trastorno de la personalidad dependiente, no es difícil comprender lo importante que es para el psicólogo trabajar durante la sesión para establecer una relación sólida y eficaz. Es un camino complejo, porque solemos tratar con pacientes que, por un lado, inducen un cuidado instintivo y, por otro, tienden a complacer al psicólogo igual que en sus relaciones vitales.
La reestructuración del yo autónomo y eficaz
Si la terapia ha sido eficaz, el paciente:
- se descubre a sí mismo utilizando nuevas formas de regular sus elecciones;
- descubre que posee metas y deseos propios que antes no imaginaba tener;
- se revela capaz de decir no y de dignificar sus propias posiciones.
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