Claustrofobia: qué es y cómo intervenir

Claustrofobia: qué es y cómo intervenir
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Enrico Reatini
Redacción
Psicólogo con orientación Cognitivo-Conductual
Unobravo
Artículo revisado por nuestra redacción clínica
PUBLICADO EL
13.1.2025
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Muchas personas pueden sentir malestar cuando se ven obligadas a permanecer en espacios cerrados, pero para quienes sufren de claustrofobia esta reacción se amplifica en un miedo intenso e irracional.

La claustrofobia se puede experimentar en el ascensor, el metro, el avión y, en general, en cualquier entorno cerrado y reducido, incluso en aquellos a los que vamos a diario.

Sufrir de claustrofobia también significa llevar a cabo comportamientos de evitación y experimentar síntomas físicos significativos que pueden influir considerablemente en la calidad de vida de la persona que la sufre.

En este artículo abordaremos en detalle cuál es el significado psicológico de la claustrofobia, sus síntomas, causas y cómo se puede superar.

¿Qué es la claustrofobia?

El término claustrofobia proviene del latín claustrum que significa “lugar cerrado” y del griego phobos que significa “miedo”. Es una de las fobias específicas más comunes y reconocidas.

Esta afección se caracteriza por un miedo intenso a los espacios cerrados o reducidos en los que la persona percibe que no dispone de vías de escape. La claustrofobia no es simplemente el miedo a los espacios cerrados en sí, sino más bien un miedo relacionado con lo que podría ocurrir en estos espacios, como el miedo a quedarse atrapado o asfixiarse.

En el DSM-5-TR (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales), la claustrofobia está clasificada entre los trastornos de ansiedad específicos junto a otras fobias como el miedo al mar (talasofobia), el miedo a volar (aerofobia) o el miedo a las multitudes (enoclofobia).

La historia de esta fobia se remonta a la antigüedad, con referencias a miedos similares en textos históricos y filosóficos. Por ejemplo, en la Divina Comedia de Dante Alighieri, el poeta describe, ubicadas en el Infierno, escenas de tormento en espacios estrechos y subterráneos que evocan una sensación de opresión y miedo, lo que refleja la angustia profundamente arraigada de estar encerrado.

Los académicos Vadakkan y Siddiqui (2019) ofrecen una visión detallada de la claustrofobia. Los autores señalan que, para las personas claustrofóbicas, el miedo está menos relacionado con el espacio físico y más con la percepción subjetiva de no tener una vía de escape. Un miedo que también se puede desencadenar en situaciones cotidianas como permanecer parado en un atasco o sentarse en el sillón del dentista.

La claustrofobia, como otras fobias específicas, puede conducir a comportamientos de evitación y síntomas físicos intensos, lo cual dificulta la vida diaria de quien la padece.

qué es la claustrofobia o miedo a los espacios cerrados o pequeños
Foto de MART PRODUCTION (Pexels)

Agorafobia y claustrofobia

Es importante distinguir la claustrofobia de la agorafobia, otra fobia específica que se caracteriza por el miedo a encontrarse en situaciones en las que podría ser difícil o bochornoso escapar, como pueden ser los lugares llenos de gente o los espacios abiertos.

Mientras que el sentimiento de claustrofobia se refiere principalmente al miedo a quedarse atrapado en espacios cerrados, la agorafobia se centra en el miedo a perder el control en situaciones públicas, a menudo por miedo a sufrir un ataque de pánico.

La relación entre la agorafobia y la claustrofobia se ha explorado en varios estudios, como el de Febbraro y Clum (1995), publicado en el Journal of Psychopathology and Behavioral Assessment, que muestra que estas dos afecciones pueden compartir características similares, como la evitación de las multitudes.

En concreto, factores como el “miedo a quedar atrapado” y el “miedo a no poder escapar” son conceptualmente relevantes en ambas fobias.

Esto indica una posible superposición entre la claustrofobia y la agorafobia, lo que sugiere que ambas afecciones pueden compartir mecanismos subyacentes similares, como el miedo a no poder huir con facilidad.

En casos extremos, estos pensamientos pueden provocar un ataque de claustrofobia, que se manifiesta como un miedo intenso e incontrolable que también puede culminar en un ataque de pánico.

Los ataques de pánico son episodios repentinos de ansiedad aguda que pueden manifestarse con síntomas físicos como palpitaciones, sudoración, temblores y sensación de ahogo. Estos síntomas pueden ser tan intensos que pueden hacer que la persona que los sufre tenga miedo a perder el control o miedo a morir.

Por lo tanto, la relación entre la agorafobia, la claustrofobia y los ataques de pánico nos recuerda que los miedos relacionados con perder el control o no poder escapar son elementos cruciales que pueden agravar los síntomas de ansiedad y dar lugar a episodios agudos de pánico (Barlow, 2004).

Los síntomas de la claustrofobia

Utilizando algunos test para la claustrofobia, como el Claustrophobia Situations Questionnaire (CSQ) y el Claustrophobia General Cognitions Questionnaire (CGCQ), la literatura científica (ver Febbraro y Clum, 1995 para profundizar), ha identificado los síntomas y factores que contribuyen a la ansiedad y a la evitación típicamente asociadas a esta afección.

Los síntomas de la claustrofobia pueden subdividirse en dos categorías principales: síntomas situacionales y síntomas cognitivos.

Algunos de los síntomas situacionales, es decir, los síntomas relativos a un contexto y momento específico, son:

  • El miedo a quedarse atrapado, que se manifiesta cuando una persona percibe que se encuentra en una situación de la que no puede escapar fácilmente. Por ejemplo, las personas claustrofóbicas podrían sentirse extremadamente ansiosas cuando se encuentran en un ascensor que se ha quedado bloqueado entre dos plantas o en un tren soterrado parado entre dos estaciones.
  • El miedo al confinamiento físico, relacionado específicamente con la sensación de estar físicamente limitado o condicionado en un espacio reducido. Un ejemplo habitual es la claustrofobia en la resonancia magnética cerrada, es decir, cuando el individuo se ve obligado a permanecer inmóvil dentro de un tubo estrecho durante un cierto periodo de tiempo. También es típica la claustrofobia en el avión, que se puede asociar asimismo al miedo a volar.
  • La evitación de las multitudes y lugares habitualmente abarrotados como conciertos, acontecimientos deportivos o medios de transporte público en hora punta. La persona que padece claustrofobia tiene miedo de no tener el control del entorno y de no poder irse fácilmente en caso de necesidad.
  • La evitación del confinamiento físico, que se manifiesta con la evitación de espacios pequeños y cerrados como, por ejemplo, un sótano con techos bajos o un baño sin ventanas.

Sin embargo, entre los síntomas cognitivos más frecuentes se observan los siguientes:

  • El miedo a perder el control: la persona claustrofóbica podría tener miedo a perder el control en un espacio cerrado, al pensar que no puede manejar la ansiedad o el miedo que la situación suscita.
  • El miedo a asfixiarse: la sensación de que se acaba el aire o de no conseguir respirar correctamente es un síntoma habitual, aun sin tener dificultades respiratorias.
  • El miedo a no poder escapar: entre los miedos más generalizados se encuentra la convicción de que, si algo va mal, no será posible irse rápidamente o de forma segura. Un ejemplo es el miedo a entrar en un túnel largo y estrecho, como los de la carretera.

Estas dimensiones siguen ofreciendo actualmente un cuadro clínico claro de cómo el miedo a los espacios cerrados se manifiesta en diferentes situaciones y mediante miedos cognitivos específicos, lo cual ayuda a comprender mejor los síntomas y comportamientos típicos de quienes lo sufren.

Posibles causas de la claustrofobia

¿Por qué se sufre de claustrofobia?

La claustrofobia tiene causas multifactoriales, es decir, componentes biológicos, psicológicos y ambientales.

Según la teoría del condicionamiento clásico, las vivencias traumáticas pueden condicionar a un individuo a desarrollar una respuesta de miedo en situaciones similares a las vividas. Por ejemplo, Rachman (1991) destacó que la claustrofobia puede desarrollarse tras una experiencia traumática, como quedarse atrapado en un espacio cerrado, que condiciona a la persona a tener miedo a situaciones similares.

La claustrofobia también podría tener un componente hereditario. Un metanálisis sobre la genética de los trastornos de ansiedad demostró que las fobias específicas, entre las que se encuentra la claustrofobia, tienden a manifestarse con más frecuencia en personas con una predisposición genética (Hettema, Neale y Kendler, 2001), en presencia de factores ambientales específicos.

Desde el punto de vista neurobiológico, estudios como el de LeDoux (2000) identifican la amígdala, una región del cerebro involucrada en la regulación de las respuestas al miedo, como un componente clave en la manifestación de las fobias.

Las disfunciones en esta área pueden provocar reacciones de miedo exageradas en situaciones percibidas como amenazantes, lo que contribuye al desarrollo de afecciones como la claustrofobia. 

Otra teoría sugiere que la claustrofobia puede tener raíces evolutivas. Marks (1987) exploró cómo algunas fobias pueden ser el resultado de mecanismos de supervivencia evolutivos, donde el miedo a los espacios angostos habría podido ofrecer una ventaja adaptativa en la antigüedad, al proteger a los individuos de peligros potenciales.

Por último, la influencia ambiental y social desempeñan un papel importante en el desarrollo de la afección. El estudio de Ost (1987) señaló que la edad a la que se producen las experiencias aterradoras y la exposición a comportamientos ansiosos por parte de los padres o de las figuras de referencia pueden contribuir a que se establezca la fobia.

causas de la claustrofobia
Foto de MART PRODUCTION (Pexels)

Las situaciones más comunes que producen claustrofobia

  • Claustrofobia en un ascensor. Supone una limitación importante, por ejemplo, cuando implica trabajar en un edificio muy alto. No solo se da porque el ascensor sea un espacio reducido, sino porque este pueda estar lleno de gente.
  • Diagnóstico por imágenes y claustrofobia, o lo que conocemos como resonancia magnética y tomografía. Estas pruebas, además de realizarse en espacios reducidos, requieren inmovilidad para obtener un resultado más preciso. De modo que la sensación claustrofóbica que producen estas máquinas es habitual incluso para quienes no sufren de este problema. Hablar del problema con el personal sanitario y acudir acompañados puede ser una buena idea para afrontar esta situación.
  • Claustrofobia en un túnel y en el metro. Como sucede con el ascensor, en estos casos la claustrofobia también puede resultar bastante limitadora a la hora de realizar desplazamientos.
  • Claustrofobia en el avión. El avión también es una de las situaciones habituales en las que es posible experimentar síntomas de claustrofobia y, en algunos casos, se puede dar junto a la aerofobia. Lo más recomendable es consultar con un profesional, ya que este podrá ayudarte a enfrentar este problema de la manera más adecuada.
  • Claustrofobia en cuevas. Posiblemente una de las situaciones que puede ser más fácil de evitar, pues no afecta a la vida diaria, pero que puede implicar renunciar a algunos planes al hacer turismo o ciertas excursiones.

Consecuencias de la claustrofobia

La claustrofobia puede acarrear consecuencias significativas tanto psicológicas como físicas.

Por ejemplo, en las personas que la sufren, puede provocar ansiedad anticipatoria y aislamiento social, ya que las personas pueden decidir evitar situaciones que consideran que pueden desencadenar su miedo. Así, es posible que una persona limite su participación en eventos o evite usar el ascensor, lo que afecta a sus actividades cotidianas y sociales (Valentiner et al. 1996).

Físicamente, los ataques de claustrofobia pueden manifestarse con síntomas como:

  • taquicardia,
  • sudoración o escalofríos,
  • vértigo,
  • dificultades respiratorias e hiperventilación,
  • aumento de la frecuencia cardiaca,
  • sensación de opresión y desmayo.

Asimismo, el evitar las situaciones que tememos puede afectar considerablemente a las actividades cotidianas, por ejemplo, limitando las oportunidades laborales y los eventos sociales. Otro ejemplo más concreto puede ser el renunciar a exámenes médicos necesarios para un diagnóstico, como una resonancia magnética, lo que puede influir negativamente en la salud y la calidad de la atención recibida.

Un estudio de la Ohio State University (Nguyen et al. 2020) explora cómo la claustrofobia y otras reacciones ansiosas también pueden influir en la experiencia de los pacientes cuando deciden someterse a experiencias activantes, como la resonancia magnética (IRM).

Efectivamente, la activación excesiva del paciente puede afectar a la calidad de las imágenes obtenidas, lo cual retrasa o impide realizar un diagnóstico preciso.

Cómo superar la claustrofobia

¿Es posible superar la claustrofobia en un avión, un ascensor o una resonancia magnética?

Gracias a algunas técnicas de relajación y a la ayuda de la terapia, convivir con esta afección es posible.

Recurrir a apoyo psicológico no solo puede ayudar a ahondar en los miedos y las ansiedades profundas relacionadas con los espacios reducidos, sino que también puede ayudar al paciente a afrontarlos activamente mediante estrategias específicas.

Entre las técnicas más eficaces se encuentran la relajación muscular progresiva, las estrategias de exposición y el entrenamiento autógeno.

La relajación muscular progresiva, desarrollada por Edmund Jacobson en 1925, ayuda a reducir la ansiedad mediante la práctica de la contracción y distensión de los músculos. Su eficacia en el tratamiento de los trastornos de ansiedad está confirmada por pruebas científicas (Conrad y Roth,2007), que también subrayan su papel en la superación de la claustrofobia.

Las estrategias de exposición, descritas por Joseph Wolpe desde los años 50, implican una exposición gradual y controlada a la situación temida, como los espacios cerrados, para reducir la respuesta fóbica mediante la habituación.

El entrenamiento autógeno, desarrollado por Johannes Heinrich Schultz y Wilhelm Luthe, también utiliza la autosugestión para inducir un estado profundo de relajación. Su eficacia está respaldada por estudios, como el de Lukins, Davan y Drummond (1997), que demostró que el entrenamiento autógeno puede reducir la ansiedad durante procedimientos médicos estresantes como la resonancia magnética, aunque no consiga prevenir el desarrollo de miedos a largo plazo asociados a estas experiencias.

Por el contrario, las búsquedas en Internet sobre cómo curar la claustrofobia de forma natural o sobre cómo tratar la claustrofobia con “biodescodificación” (una pseudociencia), pueden incluir informaciones poco precisas y no ayudarte a superar el problema o, lo que es peor, empeorarlo. Este tipo de remedios no te ayudarán a superar la claustrofobia ni a comprender por qué la tienes.

Si la claustrofobia está afectando tu vida cotidiana, pedir ayuda psicológica puede ser la opción más útil. La terapia para la claustrofobia, guiada por profesionales como los psicólogos online de Unobravo, permite trabajar los miedos subyacentes a la fobia y desarrollar estrategias eficaces para superarlos.

Con apoyo psicológico, es posible reducir los síntomas y mejorar la calidad de vida, al afrontar con más serenidad los espacios cerrados que antes generaban ansiedad.

Bibliografía
Este contenido es de tipo divulgativo y no puede reemplazar el diagnóstico de un profesional. Artículo revisado por nuestra redacción clínica

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