El apego es un sistema biológico y motivacional que guía al niño en su búsqueda de cercanía con sus cuidadores tanto en momentos de estrés y distanciamiento como en los momentos de exploración, según la teoría de John Bowlby.
Este vínculo temprano desempeña un papel esencial en el desarrollo psicológico y afectivo e influye en la capacidad de regular las emociones y establecer relaciones seguras a lo largo de la vida. En cambio, cuando el entorno familiar está marcado por la negligencia, traumas y abusos, el miedo o la incoherencia, el sistema de apego puede colapsar. Esto da lugar a un apego desorganizado, que se caracteriza por una profunda ambivalencia hacia el cuidador, al que se ve a la vez como una fuente de consuelo y de peligro.
En este artículo proporcionamos una visión clara del apego desorganizado, desde sus orígenes en la infancia hasta sus efectos en la edad adulta, con especial atención en las implicaciones clínicas y terapéuticas.
¿Qué es el apego desorganizado?
El apego desorganizado adopta la forma de una alteración de los intercambios normales entre padres e hijo y se desarrolla cuando el niño percibe a sus cuidadores como impredecibles o atemorizantes, lo que genera confusión y miedo hacia quienes deberían ofrecerle protección y seguridad.
El concepto de desorganización del apego lo introdujeron Mary Main y Judith Solomon en 1986. Hace referencia a los niños y niñas que, durante un paradigma denominado “situación extraña” (Strange Situation), no muestran un comportamiento coherente hacia su cuidador (normalmente un progenitor).
En dicha situación extraña, ideada por la psicóloga Mary Ainsworth para observar la relación entre el niño y las figuras de apego, se separa al niño y luego se le reúne con el progenitor en un entorno controlado. Los niños con apego desorganizado pueden tener reacciones confusas: a veces se quedan paralizados, se acercan y se alejan caóticamente, o parecen asustados sin motivo.
Según la psicóloga Maria Angela Di Noia (2009), estos comportamientos surgen de un conflicto interno en el que se activan en el niño dos pulsiones opuestas al mismo tiempo, la necesidad de apego y la de defensa. Cuando se percibe como una fuente de miedo o peligro al progenitor, que se supone que debería ofrecer seguridad, el niño se encuentra en un dilema sin salida: le gustaría buscar consuelo, pero al mismo tiempo siente la necesidad de alejarse para protegerse.
En adultos, una historia de apego desorganizado puede surgir a través de la Entrevista de Apego Adulto (Adult Attachment Interview), una entrevista clínica que se utiliza para analizar los patrones afectivos que se han desarrollado durante la infancia. Las personas con apego desorganizado tienden a contar sus experiencias de forma confusa, con pausas repentinas o relatos de traumas que surgen de repente. Esto indica una dificultad para integrar de forma coherente las representaciones internas de las relaciones afectivas, denominadas Modelos Operativos Internos (MOI).
El apego desorganizado suele ser difícil de reconocer, especialmente en contextos educativos o familiares cotidianos. Sin embargo, puede emerger de forma prominente en momentos de gran estrés o crisis relacionales. Para identificarlo con precisión, suele ser necesaria una evaluación clínica exhaustiva.

¿Cómo se desarrolla el apego desorganizado?
El apego desorganizado se desarrolla predominantemente en contextos familiares en los que el niño está expuesto a experiencias traumáticas tempranas como el maltrato, el abandono, la pérdida o la violencia doméstica.
Lyons-Ruth y Jacobvitz (1999) demostraron que no es extraño que la figura de apego sea a la vez temible y atemorizante. En estos casos, el propio progenitor puede encontrarse en un estado mental disociado, emocionalmente inaccesible, y transmitir un miedo incomprensible al niño.
La teoría del apego subraya la importancia de la transmisión intergeneracional del trauma: los padres que no han procesado el duelo o el abuso corren el riesgo de activar la desorganización en su hijo, incluso sin manifestaciones evidentes de maltrato. Esto se ve confirmado por estudios longitudinales (Carlson et al., 1982; Main y Hesse, 1992) que muestran una alta incidencia de patrones desorganizados en niños cuyos padres han experimentado traumas no resueltos.
A nivel neurobiológico, la desorganización se asocia con una mayor liberación de cortisol y una mayor vulnerabilidad a la desregulación emocional. Es esencial señalar que la falta crónica de sintonía emocional, aunque no sea violenta, también puede contribuir a la desorganización. La continuidad entre las experiencias tempranas y el futuro desarrollo psicopatológico hace esencial la intervención temprana con una terapia psicológica adaptada.
Síntomas y características del apego desorganizado
Los niños con apego desorganizado suelen mostrar comportamientos confusos y contradictorios. Por ejemplo, pueden acercarse al progenitor mirando hacia otro lado o pueden pegarle sin motivo evidente. Estos signos, como explican Lyons-Ruth et al. (1999), indican que el niño es incapaz de desarrollar estrategias eficaces para hacer frente al estrés o buscar consuelo: es como si sus respuestas estuvieran "en vilo" porque no sabe cómo comportarse.
Al crecer, estas dificultades pueden seguir influyendo en la vida adulta. Las personas con apego desorganizado tienden a tener relaciones inestables, experimentan una fuerte ansiedad relacionada con el abandono, les cuesta gestionar las emociones y suelen tener una visión fragmentada e incierta de sí mismas.
El psicólogo Giovanni Liotti (1999) señaló que la desorganización del apego también puede estar relacionada con estados disociativos, trastornos de la identidad y una percepción fluctuante de los demás. La persona puede sentirse en ocasiones víctima, en otras perseguidor o salvador, pasando de un papel a otro de forma confusa. Esto aumenta el riesgo de desarrollar trastornos más graves, como el trastorno límite de la personalidad o los trastornos disociativos, incluido el trastorno de identidad disociativo.
En concreto, en las personas que sufren disociación, a la mente le cuesta conectar recuerdos emocionales profundos (que suelen ser inconscientes) con aquello de lo que se es consciente. Esto crea una especie de desconexión interna que es típica del apego desorganizado. Cuando las relaciones pasadas han sido impredecibles o aterradoras, las personas permanecen en un estado de alerta constante, como esperando constantemente a que ocurra algo malo. Esto hace que les resulte difícil sentirse realmente seguros con los demás, incluso en contextos emocionales o terapéuticos.
Por eso es importante que padres, profesores, educadores y figuras de referencia aprendan a reconocer estas señales desde una edad temprana, para ofrecer apoyo, estabilidad y protección. Incluso en las relaciones adultas, sentimentales, familiares o profesionales, es útil prestar atención a estas dinámicas, intentando construir vínculos basados en la confianza, la escucha y la continuidad. Con el apoyo adecuado, incluso las heridas más profundas pueden comprenderse y transformarse.

Apego desorganizado en pareja
Las personas con apego desorganizado viven las relaciones afectivas de forma muy confusa. Por un lado, desean profundamente la intimidad y, por otro, tienen un fuerte miedo al abandono.
Como explican Feeney y Noller (1990), sus relaciones suelen caracterizarse por una fuerte dependencia emocional, pero también por momentos en los que idealizan o, por el contrario, devalúan a su pareja. Las emociones pueden pasar muy rápidamente de un extremo al otro. Según Liotti (1999), este tipo de comportamiento tiene su origen en viejas heridas relacionales que nunca se han procesado y que se reactivan en las relaciones amorosas. En las relaciones adultas pueden manifestarse actitudes como la necesidad de control, el miedo a expresar emociones, la dependencia excesiva o una forma disfuncional de seducir y deslumbrar al otro.
Todo ello contribuye a crear relaciones inestables, en las que también pueden darse formas de maltrato psicológico o emocional. A las personas con apego desorganizado les suele costar dar un sentido claro a sus experiencias emocionales. Pueden reaccionar con ira repentina, sentirse vacías o tener comportamientos autodestructivos.
La dificultad para establecer límites claros con el otro también puede hacer que estas personas sean vulnerables a las relaciones simbióticas y a las rupturas repentinas. Suelen alternar entre momentos en los que idealizan a su pareja y momentos en los que ya no confían en ella, lo que da lugar a relaciones muy intensas pero también muy inestables.
¿Cómo trabajar el apego desorganizado?
Según el enfoque dinámico-madurativo desarrollado por la psicóloga estadounidense Patricia Crittenden, el apego no es algo rígido o inmutable, sino un sistema flexible que puede cambiar a lo largo de la vida. Esto significa que, aunque una persona haya tenido experiencias difíciles en la infancia, aún puede cambiar sus patrones afectivos mediante relaciones significativas, experiencias reparadoras y procesos terapéuticos bien estructurados.
Varios tipos de psicoterapia han demostrado su eficacia en el tratamiento de problemas relacionados con el apego desorganizado. Algunos de ellos son:
- La terapia cognitivo-conductual (TCC), que ayuda a reconocer y cambiar los pensamientos y comportamientos disfuncionales.
- La terapia basada en la mentalización (MBT), desarrollada por Peter Fonagy y Anthony Bateman, que ayuda a las personas a comprender mejor sus propios estados mentales y los de los demás, lo que mejora la calidad de las relaciones.
- La terapia centrada en la compasión, ideada por Paul Gilbert, que se centra en el desarrollo de la compasión hacia uno mismo y hacia los demás, especialmente útil para quienes han experimentado vergüenza, culpa o una fuerte autocrítica.
La psicóloga Marsha Linehan (1993) señaló lo importante que es, en el trabajo terapéutico, validar las emociones de la persona y reforzar su capacidad para reflexionar sobre sí misma y sobre los demás (lo que se conoce como habilidades metacognitivas).
Una herramienta útil en terapia es el llamado "triángulo dramático" (muy utilizado en el análisis transaccional ideado por Erik Berne en los años 50), que ayuda a identificar y transformar roles interiorizados como el de víctima, salvador o perseguidor, que suelen repetirse en las relaciones. La terapia de grupo o las co-terapias, como sugiere el psicoterapeuta Giuseppe Ivaldi (2004), también pueden ofrecer experiencias relacionales nuevas y positivas, lo que reduce el riesgo de abandono de la terapia (drop-out).
Junto con la psicoterapia, las estrategias de autoayuda también pueden contribuir considerablemente, por ejemplo: el mindfulness, el journaling (escribir nuestras emociones y experiencias) y los ejercicios de regulación emocional pueden ayudar a estar más en contacto con uno mismo y con lo que se siente.
Por último, para fomentar un cambio duradero, es esencial construir relaciones basadas en la reciprocidad, la empatía y la coherencia. Aunque es un proceso que requiere tiempo y paciencia, el cambio es posible a cualquier edad, especialmente a través de nuevas experiencias emocionales y relaciones terapéuticas sólidas y acogedoras.
Sanar el apego desorganizado es posible
El apego desorganizado es una herida profunda que suele desarrollarse en familias en las que existen traumas, falta de coherencia emocional o situaciones de mucho estrés. Aunque comienza en los primeros años de vida, sus efectos pueden durar mucho tiempo e influir en la forma en que una persona experimenta las relaciones y en su bienestar emocional incluso en la edad adulta. La buena noticia es que el cambio es posible.
Entender dónde se origina este tipo de apego es el primer paso para iniciar un camino de crecimiento y mejora. Por eso es importante promover una cultura de sensibilización, implicando a padres, profesores y cuidadores de niños y jóvenes. Un adulto atento y presente puede marcar una gran diferencia: reconocer los signos de malestar, crear un diálogo abierto y ofrecer un espacio de escucha seguro son acciones fundamentales para apoyar un desarrollo emocional sano.
Apego desorganizado en adultos
Incluso en el mundo adulto, aprender a reconocer ciertas dinámicas en las relaciones emocionales, como el miedo al abandono, la dificultad para confiar o las reacciones emocionales intensas, puede ayudar a romper patrones disfuncionales e iniciar un camino de cambio. Acudir a profesionales de la salud mental, como una psicóloga o psicólogo online, puede ofrecer un espacio seguro en el que explorar las emociones, reelaborar el pasado y construir nuevas formas de relacionarse.
Como recordaba el psicoanalista John Bowlby (1988), las relaciones estables y significativas son las que nos ayudan a transformar la imagen que tenemos de nosotros mismos y de los demás. Aceptar nuestra vulnerabilidad no es un signo de debilidad, sino un punto de partida para crecer y fortalecerse.
El hecho de que nuestros Modelos Operativos Internos, es decir, las ideas que tenemos sobre nosotros mismos y las relaciones, pueden cambiar nos recuerda que nuestra historia nunca está completamente escrita. Con tiempo, atención y las relaciones adecuadas, siempre es posible avanzar hacia una sensación de seguridad emocional más sólida y auténtica.
Si te sientes reconocido en algunas de estas dinámicas, puedes empezar a cuidarte rellenando nuestro cuestionario, que te ayudará a encontrar al psicólogo o psicóloga que mejor se adapte a tus necesidades. El primer paso puede empezar hoy mismo.