Cuando pensamos en las relaciones que conforman nuestra vida, es natural volver con nuestra mente a los vínculos más tempranos, esos que mantenemos con nuestros padres o cuidadores, que son los que nos cuidaron. Estos vínculos afectivos tempranos tienen un profundo impacto en nuestro desarrollo psicológico y emocional.
En el campo de la psicología, la teoría del apego nos ayuda a comprender cómo las experiencias tempranas influyen en nuestra capacidad para enfrentarnos al mundo y crear vínculos futuros. Entre las distintas formas, el apego seguro destaca como la base más sólida para tener relaciones sanas y estables. Los estudios científicos confirman que el apego seguro se asocia a una mayor regulación emocional, autoestima y resiliencia.
¿Qué es el apego seguro?
El apego seguro es un estilo de apego que se desarrolla en los primeros años de vida cuando el niño experimenta una relación estable, consistente y afectuosa con sus cuidadores (normalmente los padres). Este tipo de vínculo permite al niño percibir el mundo como un lugar seguro e interiorizar un sentimiento de confianza en sí mismo y en los demás.
Teoría del apego y apego seguro
La teoría del apego tiene su origen en los estudios de John Bowlby, el cual revolucionó la comprensión de las necesidades relacionales del niño al sostener que la búsqueda de proximidad a una figura de referencia es un comportamiento innato.
Mary Ainsworth, mediante el paradigma experimental de la “situación extraña” (Strange Situation), identificó tres estilos principales de apego, entre ellos el apego seguro. Los niños seguros muestran un sano equilibrio entre la exploración del entorno y la búsqueda de consuelo, lo que revela confianza en la disponibilidad del adulto. En la edad adulta, como describe Van IJzendoorn (1995), las representaciones del apego se investigan mediante instrumentos como la Entrevista de Apego Adulto (Adult Attachment Interview), que mide la coherencia narrativa y la conciencia emocional.
Las personas seguras tienden a ser reflexivas, auténticas y capaces de describir sus experiencias relacionales de forma coherente.
Como señalan Cassidy et al. (2016), el cuidado eficaz implica la capacidad de apoyar no solo la exploración externa del niño, sino también su exploración interna —pensamientos, emociones y vulnerabilidades—. Es esta profundidad de conexión la que fomenta la seguridad afectiva incluso en los vínculos adultos.
Los experimentos con macacos rhesus realizados por Harlow y Zimmerman (1959) también reforzaron la idea de que la necesidad de cercanía y consuelo es primordial. De hecho, las crías de macaco preferían refugiarse en el sustituto materno de tela antes que en el de metal que les proporcionaba alimento, lo que indica que el vínculo afectivo no se basa únicamente en necesidades materiales. Bowlby extrajo de ello una idea revolucionaria: los vínculos afectivos se forman para proporcionar seguridad y apoyo emocional, no simplemente para satisfacer necesidades físicas.

¿Cómo se desarrolla el apego seguro?
El apego seguro se forma a través de relaciones tempranas que se caracterizan por la coherencia, la sensibilidad y la disponibilidad emocional del cuidador. Mary Ainsworth (1979) hablaba de "sensibilidad materna" para describir la capacidad de percibir, comprender y responder adecuadamente a las señales del niño. Esta actitud genera confianza en el hecho de que las emociones propias son válidas y que las necesidades pueden satisfacerse.
Sin embargo, no basta con evitar conflictos u ofrecer cuidados materiales: lo que importa es la calidad de la respuesta afectiva. Según Verhage et al. (2016), la transmisión intergeneracional del apego se produce precisamente a través de estos patrones de relación, que los niños interiorizan y luego reproducen.
Como también señalan los estudios recogidos en el Handbook of Attachment (Cassidy et al., 2016), el cuidado eficaz se manifiesta cuando el progenitor es capaz de fomentar la autonomía del niño y apoyar su curiosidad sin controlarlo. Este equilibrio es esencial para alimentar la motivación, la confianza y el deseo de aprender, como también muestra una reciente revisión sobre el apego y el rendimiento escolar (2023).
El vínculo de apego se forma a través de repetidas interacciones diarias entre el niño y su cuidador, y es a partir de estas experiencias que surgen los Modelos Operativos Internos (MOI), representaciones mentales que guían la forma en que nos percibimos a nosotros mismos y a los demás en las relaciones. Como explicó Bowlby (1973), el niño construye ideas sobre lo aceptable o inaceptable que sea a los ojos del otro, y sobre lo disponible y receptivo que sea este último. Un cuidador sensible forma en el niño la idea de un mundo predecible y de sí mismo como merecedor de amor.
Apego seguro y bienestar psicológico
La investigación ha demostrado una fuerte conexión entre el apego seguro y el bienestar emocional. Las personas con un apego seguro muestran una mayor autoestima, menos ansiedad y una mayor capacidad para regular sus emociones, incluso en contextos estresantes. Son más resilientes, capaces de hacer frente a las dificultades sin sentirse abrumadas y más proclives a buscar apoyo cuando lo necesitan. El sentir ánimo y apoyo aumenta el estado de ánimo positivo y la autoeficacia, mientras que la interferencia o el control merman la confianza en uno mismo.
Esto también es cierto en contextos escolares y profesionales: los niños y adultos seguros de sí mismos se sienten más capaces de afrontar retos complejos y muestran una mayor motivación intrínseca. Como afirma Zaleski (1987), el apoyo percibido en los momentos decisivos del crecimiento es una de las palancas más poderosas del bienestar subjetivo.
Apego seguro en pareja
Las personas con apego seguro suelen estar más satisfechas con sus relaciones, que tienden a ser estables, profundas y a caracterizarse por la confianza mutua. Consiguen mantener un equilibrio entre autonomía y cercanía, y comunican sus necesidades eficazmente sin miedo al rechazo o a la dependencia. Según Brunstein et al. (1996), la percepción de que nuestra pareja nos apoya en nuestros objetivos personales es uno de los factores más influyentes en la satisfacción conyugal y el bienestar personal.
En el cuidado de adultos, como señalan Van Vleet y Feeney (2011), el apoyo que se recibe de la pareja —especialmente en forma de ánimo y apoyo— no solo mejora el estado de ánimo y la confianza, sino que también favorece el desarrollo personal, la salud mental e incluso la física. Además, el apoyo que se percibe durante la fase inicial de la relación puede predecir la calidad de la misma incluso años después. Estos hallazgos refuerzan la idea, ya expresada por Bowlby, de que las relaciones afectivas son sistemas dinámicos en los que la seguridad fomenta el crecimiento de ambos miembros de la pareja.
El propio Bowlby (1969) sostenía que las relaciones románticas adultas podían considerarse una continuación evolutiva del vínculo de apego original. Algunos estudios posteriores (Rholes y Simpson, 2004) han demostrado cómo los estilos de apego de la infancia tienden a reflejarse en la vida amorosa adulta. Las formas en que elegimos y experimentamos las relaciones románticas suelen estar guiadas por patrones inconscientes aprendidos en las primeras experiencias afectivas, que determinan las expectativas, los miedos y las necesidades emocionales.

¿Se puede desarrollar un apego seguro en adultos?
Contrariamente a la idea de que el apego sólo se forma en los primeros años de vida, numerosos estudios demuestran que también puede evolucionar en la edad adulta.
El modelo dinámico-madurativo del apego (Crittenden, 2008) es una teoría que explica cómo se desarrollan las estrategias de afrontamiento y los patrones de procesamiento de la información. Se basa en la teoría del apego y se utiliza para establecer proyectos terapéuticos, haciendo hincapié en que el apego cambia en respuesta a experiencias relacionales significativas, incluso después de la infancia. Las terapias eficaces, las relaciones afectivas estables y los entornos seguros pueden facilitar la transición de un estilo de apego inseguro a otro seguro.
En concreto, el trabajo terapéutico puede actuar como una "base segura" al proporcionar un espacio de reflexión en el que explorar nuestro mundo interno y reelaborar los patrones relacionales disfuncionales. Como observan Cassidy y Berlin (2022), lo que hace que una intervención sea eficaz es precisamente la calidad de la relación entre el psicólogo y el paciente, en la que la confianza y la autenticidad pueden crear las condiciones para una verdadera reestructuración de los patrones de apego.
Algunas experiencias como la psicoterapia pueden contribuir a la reorganización emocional. Bowlby (1988) afirmó que unas relaciones suficientemente buenas y significativas (terapéuticas o sentimentales) pueden modificar los modelos operativos internos incluso en edades avanzadas. Esto es crucial, especialmente para quienes han vivido experiencias traumáticas o estilos de apego inseguros, y desean reconstruir un sentimiento de confianza en sí mismos y en los demás.
Cómo desarrollar un apego seguro
El apego es un sistema relacional y, como tal, puede transformarse trabajando en cómo nos relacionamos con nosotros mismos y con los demás. Para desarrollar un apego más seguro, es esencial cultivar la autoconciencia, aprender a gestionar las emociones y construir relaciones basadas en la confianza y la aceptación mutua. En este sentido, la práctica de la atención plena puede ayudar a reconocer y regular nuestros estados emocionales, mientras que la comunicación asertiva puede fomentar vínculos auténticos.
Según las investigaciones de Feeney, la percepción de sentirse apoyado en los objetivos personales es una de las claves del bienestar psicológico. Además, ofrecer apoyo a los demás también refuerza la propia sensación de competencia y conexión. En este sentido, aprender a ser una "base segura" para alguien es también una poderosa herramienta de crecimiento personal. El cambio es posible, gradual, y a menudo empieza con pequeños gestos cotidianos.
También es útil tener en cuenta que los estilos de apego inseguros también pueden fomentar el desarrollo de relaciones románticas disfuncionales, como en el caso de la dependencia emocional. Estudios como los de Feeney y Noller (1990), e investigaciones más recientes (Ahmadi et al., 2013; Honari y Saremi, 2015), han mostrado una correlación entre el apego ambivalente y el amor obsesivo, lo que muestra cómo una regulación inestable de la necesidad de cercanía puede generar dificultades para mantener relaciones sanas.

Beneficios del apego seguro
El apego seguro representa uno de los recursos más valiosos para mantener relaciones sanas y una vida emocionalmente equilibrada. Se basa en la confianza de poder contar con una persona significativa en momentos de necesidad y en la libertad de explorar y crecer como individuo. Aunque no siempre se desarrolla en la infancia, puede cultivarse con el tiempo a través de relaciones positivas, experiencias transformadoras y procesos terapéuticos.
Algunas investigaciones recientes, como las de Brunstein y Feeney, demuestran que el apoyo a la autonomía y al crecimiento personal es uno de los principales ingredientes de la felicidad relacional. De modo que fomentar el apego seguro no solo significa mejorar nuestra vida afectiva, sino también contribuir a un tejido social más empático, resiliente y sano.
Como sostenía Winnicott (1960), la necesidad de una figura acogedora y predecible acompaña a la persona durante toda su vida. Por lo tanto, la capacidad de construir y mantener un apego seguro no solo es esencial para el bienestar individual, sino también para la salud colectiva. Fomentar relaciones en las que nos sentimos vistos, escuchados y apoyados significa construir una sociedad más estable, empática y resistente a las crisis relacionales.