Todos nos esforzamos por cambiar y aspiramos a resolver un problema que nos preocupa o no nos hace sentir bien. A menudo nos cuesta aceptar ciertas dinámicas interpersonales y de comportamiento que persisten en el tiempo y para las que resulta difícil encontrar una causa y una solución.
La aceptación es un proceso interior muy profundo y difícil. Tenemos que ser valientes y poner nuestras emociones sobre la mesa porque, para aceptarnos, es necesario traer de vuelta el dolor y el sufrimiento. Esto implica sentir frustración por algo que habíamos dejado de lado y que vuelve a aflorar.
El proceso de aceptación en psicoterapia
El proceso de aceptación en el contexto terapéutico plantea varias fases que la persona afronta con el apoyo de un profesional, como un psicólogo o una psicóloga online, y para las cuales es necesario:
- para empezar, crear una relación de confianza con el psicólogo o psicóloga;
- conocernos a nosotros mismos y nuestras vivencias;
- hacer un trabajo de introspección para tomar conciencia de nuestras emociones;
- estar preparado para afrontar la vivencia que vuelve a salir a la superficie;
- aprender a vivir con la frustración de sentir;
- y, sin duda alguna, empezar a amar aquellas partes que siempre nos han causado dolor y tristeza.

Quererse a uno mismo es la clave para aceptarse
Como hemos mencionado, el proceso que conduce a la autoaceptación implica un conflicto interior gracias al cual, sin embargo, también establecemos un contacto.
La aceptación, para materializarse en algo concreto, requiere mucho esfuerzo. Esto puede resultar doloroso porque impone un esfuerzo consciente y pone sobre la mesa las emociones y los recuerdos más profundos que estén relacionados con las mismas.
Prestar atención al cuerpo
Cuando la situación que nos perturba es interna, nuestro ser se ve inevitablemente implicado, y negar esta dinámica solo complica la situación. De hecho, esto hace que una parte de nuestra personalidad luche contra la otra, en un intento de destruirla o negarla. El ego o el yo se rebelan contra el cuerpo, que se siente dividido, menospreciado y reducido a un sentimiento limitado.
La lucha entre las partes del yo
Escuchar a nuestro cuerpo seguramente es una manera idónea para empezar un cambio real. En este sentido, en lo que respecta a la relación entre las partes del yo, me gustaría hacer referencia a esta cita del psicoterapeuta Alexander Lowen:
“Hacer algo no es dejar que sea... Cuando la situación es interna, es decir, un estado del ser, intentar cambiar este estado haciendo algo tiene como resultado una reducción del ser. Esto se explica por el hecho de que, para actuar sobre uno mismo, una parte de la personalidad debe rebelarse contra la otra. El ego o el yo se rebelan contra el cuerpo utilizando la voluntad contra las sensaciones corporales. En este proceso el ser se divide y, por lo tanto, se reduce…”
No puede haber aceptación sin conciencia
Cuando el juicio y la negación de lo que hemos experimentado se apoderan de nosotros, no es posible tener conciencia. Ser consciente significa ser activo en lo que respecta a nuestras experiencias para tener una visión profunda y emocional que signifique perdonarse y apoyarse a uno mismo.

La ayuda del psicólogo
En el proceso terapéutico, los pacientes aprenden a amarse a sí mismos y a amar sus frustraciones, y ponen fin a los intentos de manipulación para sabotear o detener los remordimientos. Atacar el síntoma se convierte en un intento inútil de curarse porque la única posibilidad real de avanzar en la dirección de la aceptación reside en el amor profundo a uno mismo y a sus experiencias vitales.
El psicólogo ofrece al paciente la llave para abrirse hacia el cambio, pero la responsabilidad para utilizarla para abrir esa puerta reside en el paciente. Para ello, es fundamental poder aceptarse a uno mismo en la relación con el psicólogo y en el contexto cotidiano. Por lo tanto, la aceptación debe convertirse en un proceso bipersonal en el que ya no hay un observador y un observado, sino que se crea una relación plena.