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Sexualidad y trastornos sexuales
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El placer en el dolor: comprender el masoquismo

El placer en el dolor: comprender el masoquismo
Redacción
Unobravo
Artículo revisado por nuestra redacción clínica.
Última actualización el
19.12.2025
El placer en el dolor: comprender el masoquismo
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El masoquismo es un constructo complejo que puede afectar tanto a la esfera sexual como a la esfera relacional. Comprender su dinámica es crucial para promover el bienestar de la persona y su capacidad para gestionar las relaciones íntimas.

El término masoquista fue acuñado en 1886 por Richard von Krafft-Ebing, uno de los padres de la sexología, para describir la tendencia a buscar el placer a través del dolor o la humillación. Con el tiempo, el enfoque del masoquismo ha pasado de una visión patologizante a otra más integradora de los matices individuales.

Hoy en día, el masoquismo se reconoce como parte de la complejidad humana y no necesariamente como un trastorno, a menos que cause una angustia significativa o un deterioro del funcionamiento de la persona.

¿Qué es el masoquismo? Definición y orígenes

El término masoquismo tiene sus raíces en la literatura y la clínica de finales del siglo XIX. El concepto debe su nombre al escritor austriaco Leopold von Sacher-Masoch, autor de obras en las que el placer y el deseo se entrelazan con dinámicas de sufrimiento y sumisión. Su novela más famosa, Las Venus de las pieles, explora precisamente estos temas, anticipando reflexiones que más tarde entrarían en el debate científico.

Asimismo, el médico y sexólogo Richard von Krafft-Ebing acuñó el término y definió el masoquismo como "la tendencia a experimentar placer a través del dolor o la humillación infligidos por otros", reconociendo la complejidad de esta experiencia humana. En su obra escribió:

“Hay individuos que encuentran placer no en infligir, sino en recibir dolor, humillación, sumisión. Este fenómeno, que he denominado masoquismo, es tan real y complejo como el sadismo.”

Estas primeras referencias clínicas abrieron el camino a una reflexión más amplia sobre la naturaleza del deseo, el sufrimiento y la búsqueda de placer. Con el tiempo, la comprensión del masoquismo ha evolucionado desde una visión rígidamente patologizadora hacia un enfoque más matizado y atento a las diferencias individuales.

Diferencia entre dolor físico, psicológico y sexual

El masoquismo engloba diferentes formas de placer relacionadas con el dolor, que pueden ser físicas, psicológicas o sexuales:

  • El dolor físico en el masoquismo se refiere a la búsqueda de sensaciones dolorosas a través de prácticas como el bondage o la flagelación. En este caso, el dolor se percibe como una fuente de placer y puede gestionarse de forma consensuada.
  • El dolor psicológico, por su parte, se refiere a situaciones en las que la persona encuentra placer en la humillación, la sumisión o la pérdida de control. Este tipo de dolor puede tener implicaciones emocionales más profundas relacionadas con la autoestima y la identidad.
  • El dolor sexual, en cambio, está relacionado con la excitación erótica que resulta de la experiencia del dolor. En este caso, el dolor se convierte en un elemento central de la activación sexual.

Cada forma de masoquismo tiene implicaciones emocionales diferentes y requiere una comprensión cuidadosa y respetuosa.

Foto de Artem Labunsky - Unsplash

Masoquismo: del tabú a la práctica consentida

A lo largo del tiempo, la percepción social del masoquismo ha cambiado profundamente. En el pasado, el masoquismo se consideraba tabú, un comportamiento desviado que había que ocultar o reprimir. Las primeras descripciones clínicas, como la de Krafft-Ebing, lo situaban en el ámbito de las psicopatologías, lo que contribuía a la estigmatización de las personas que experimentaban placer a través del dolor.

Sin embargo, con el tiempo, la sociedad empezó a reconocer la complejidad y la variedad de las experiencias humanas relacionadas con el placer y el dolor. El trabajo de estudiosos como Sigmund Freud llevó a la comprensión de que el masoquismo no es necesariamente una patología, sino que puede ser parte integrante de la sexualidad humana.

Con la llegada del psicoanálisis, Sigmund Freud introdujo una visión más matizada del fenómeno y distinguió tres formas de masoquismo:

  • el masoquismo erótico, vinculado al placer sexual derivado del dolor;
  • el masoquismo moral, en el que la persona busca inconscientemente situaciones de sufrimiento en la vida cotidiana;
  • el masoquismo femenino, un concepto ya superado, que identificaba una supuesta predisposición de las mujeres a la sumisión.

El enfoque freudiano permitió comprender que el masoquismo no es necesariamente una patología, sino que puede ser un componente de la compleja sexualidad humana.

Hoy en día, en muchos contextos, el masoquismo se considera una práctica consentida y legítima, siempre que se base en el respeto y la conciencia mutuos. La difusión de información correcta y el diálogo abierto han contribuido a reducir el estigma y a promover una mayor aceptación de las distintas formas de expresión sexual.

Tipos de masoquismo: psicológico, sexual y diferencias con las parafilias

El masoquismo puede adoptar diferentes formas y manifestaciones. Los principales tipos son:

  • Masoquismo psicológico: se caracteriza por la búsqueda de situaciones emocionalmente dolorosas o humillantes. La persona puede sentir placer al ser criticada, desvalorizada o sumisa psicológicamente. Esta forma de masoquismo puede tener raíces profundas en la infancia, en dinámicas de relación disfuncionales o en experiencias de apego inseguras.
  • Masoquismo sexual: es la forma más conocida y se refiere a la excitación sexual resultante del dolor físico o la sumisión. En este caso, el placer está estrechamente ligado a la experiencia corporal y puede buscarse a través de prácticas consentidas como el BDSM. Es importante destacar que el masoquismo sexual no es una patología si se experimenta de forma consciente y consentida.
  • Masoquismo moral: se manifiesta en la tendencia a buscar inconscientemente situaciones de sufrimiento en la vida cotidiana. La persona puede sabotear sus relaciones, su trabajo o su felicidad, al sentir que no merece el bienestar. Esta forma de masoquismo suele estar vinculada a un sentimiento de culpa muy arraigado y a creencias disfuncionales sobre uno mismo.
  • Masoquismo femenino: se trata de un concepto anticuado, introducido por Freud para explicar una supuesta predisposición de las mujeres a la sumisión. Hoy sabemos que el masoquismo no está relacionado con el género, sino que puede afectar a personas de cualquier sexo o identidad de género.
  • Masoquismo narcisista: se refiere a la búsqueda de situaciones dolorosas para alimentar un sentimiento de grandiosidad o singularidad. La persona puede sentirse especial precisamente por su capacidad para soportar el sufrimiento.

En comparación con otras parafilias como el sadismo, el masoquismo se distingue por el papel activo de la persona en la búsqueda del dolor o la sumisión. En el sadismo, en cambio, el placer proviene de infligir sufrimiento a otra persona. Ambas dinámicas pueden estar presentes en el mismo individuo, dando lugar al llamado sadomasoquismo.

En conclusión, el masoquismo es un fenómeno complejo y multifactorial que requiere un enfoque clínico cuidadoso y sin prejuicios. Comprender las diferentes formas de masoquismo es esencial para ayudar a las personas a vivir su sexualidad de forma sana y consciente, promoviendo el bienestar psicológico y relacional.

Dinámicas psicológicas del masoquismo

Como fenómeno complejo, el masoquismo puede implicar dinámicas psicológicas profundas. Entre ellas, la pasividad desempeña un papel central: la persona puede buscar situaciones en las que se sienta guiada o controlada por otra, encontrando en ello la fuente de su placer. Esa pasividad puede estar vinculada a una forma de dependencia emocional, en la que el vínculo con la otra persona se vuelve indispensable para experimentar emociones intensas o gratificantes.

En muchos casos, las fantasías masoquistas constituyen un refugio seguro, un espacio mental donde la persona puede explorar sus límites sin el riesgo real de resultar herida. Estas fantasías suelen ser recurrentes y detalladas, y pueden desempeñar un papel regulador con respecto a la ansiedad o el aburrimiento.

Un aspecto interesante es la dialéctica entre buscar y perder el control: el masoquista busca activamente situaciones en las que pueda sentirse abrumado, pero lo hace de forma consciente y a menudo dentro de unos límites bien definidos. En este sentido, el masoquismo no es únicamente una forma de escapar de la realidad, sino también una forma de ejercer un control indirecto sobre la experiencia emocional.

Comprender estas dinámicas es crucial para ofrecer un apoyo empático y sin prejuicios a las personas que atraviesan estas experiencias.

Foto deЕкатерина Мясоед - Pexels

Causas y factores de riesgo en el masoquismo

El masoquismo puede tener orígenes multifactoriales, donde interactúan elementos psicodinámicos, experiencias traumáticas, dinámicas familiares y aspectos biológicos o sociales.

A nivel psicodinámico, según algunos autores, el masoquismo podría representar una forma de gestionar conflictos internos relacionados con la culpa, la autoestima o la identidad. Desde esta perspectiva, el dolor o la humillación se convierten en herramientas para expiar culpas inconscientes o restablecer un equilibrio emocional.

Asimismo, entre los factores de riesgo más relevantes se encuentran:

  • Los traumas infantiles, especialmente los relacionados con situaciones de abuso, negligencia o relaciones familiares disfuncionales. En estos casos, el niño puede interiorizar un modelo relacional en el que el amor se asocia al dolor o a la sumisión.
  • Las dinámicas familiares también desempeñan un papel crucial: un estilo educativo autoritario, la ausencia de figuras afectivas de referencia o la presencia de modelos parentales ambivalentes pueden favorecer el desarrollo de rasgos masoquistas.
  • Los aspectos biológicos y sociales tampoco deben pasarse por alto. Algunas investigaciones sugieren que puede haber un componente genético o neurobiológico en la predisposición al masoquismo, aunque las pruebas son aún limitadas.
  • Asimismo, en el plano social, la exposición a contextos culturales rígidos o represivos puede fomentar la búsqueda de experiencias transgresoras como forma de compensación.

En resumen, el masoquismo es el resultado de un complejo entramado de factores, donde la historia personal se entrelaza con las características individuales y el contexto vital.

Señales y manifestaciones del masoquismo

El masoquismo se manifiesta a través de señales y comportamientos específicos que pueden surgir en las relaciones y en la vida cotidiana. Reconocerlos es crucial para comprender su complejidad e intervenir adecuadamente en caso de que sea necesario. Las personas con tendencias masoquistas pueden presentar una serie de síntomas conductuales y relacionales, entre los que se incluyen:

  • la búsqueda intencionada de situaciones dolorosas o humillantes;
  • la dificultad para establecer límites claros en las relaciones interpersonales;
  • la tendencia a formar vínculos con parejas dominantes o abusivas;
  • la persistencia en relaciones disfuncionales a pesar del malestar emocional;
  • la baja autoestima y sentimientos recurrentes de culpa;
  • las fantasías recurrentes de sumisión o humillación;
  • la dificultad para expresar las propias necesidades y deseos;
  • la pasividad excesiva ante el conflicto o las injusticias;
  • la dependencia emocional de figuras percibidas como fuertes o de autoridad;
  • la búsqueda de control a través de la pérdida de control en situaciones específicas.

Estas señales no son exhaustivas ni exclusivas del masoquismo. No obstante, la observación atenta y sin prejuicios de estos comportamientos puede ser el primer paso hacia una mayor toma de conciencia y la posibilidad de emprender un proceso de crecimiento.

El masoquismo en la sociedad actual

El masoquismo suele representarse en la sociedad a través de estereotipos que pueden resultar estigmatizantes. Los medios de comunicación y la cultura popular tienden a simplificar en exceso esta compleja realidad psicológica, asociándola exclusivamente con comportamientos extremos o desviaciones.

En realidad, el masoquismo abarca una variedad de experiencias y dinámicas internas que no se reducen a un simple deseo de dolor. Pero la sociedad contemporánea, aunque muestra una mayor apertura que en el pasado, sigue manteniendo muchos prejuicios hacia las personas con tendencias masoquistas. Lo cual puede generar sufrimiento y aislamiento, así como impedir que las personas busquen ayuda cuando puedan necesitarla.

Desde el punto de vista legal, el masoquismo consentido entre adultos no constituye un delito penal, pero las situaciones de abuso o coacción pueden constituir delitos punibles. Es crucial distinguir entre prácticas consentidas y relaciones disfuncionales, en las que el consentimiento está ausente o viciado.

La literatura clínica y la investigación científica subrayan la importancia de un enfoque no crítico y respetuoso, dirigido a comprender la complejidad del fenómeno sin etiquetar ni patologizar.

Foto de Dijanynni Kiratza - Pexels

Masoquismo y relaciones interpersonales

El masoquismo puede influir significativamente en las relaciones interpersonales, con efectos diferentes según se trate de dinámicas disfuncionales o de prácticas consentidas.

En las relaciones disfuncionales, el masoquismo puede conducir a situaciones de sufrimiento emocional, dependencia excesiva de la pareja y aceptación del maltrato o la humillación como parte integrante del vínculo afectivo. En estos casos, la persona puede sentirse atrapada en un ciclo de dolor y búsqueda de aprobación, lo que pone en riesgo la autoestima y el bienestar psicológico.

En las prácticas consentidas, el masoquismo se desarrolla en un entorno basado en la confianza, la comunicación abierta y el respeto mutuo. En este contexto, la persona busca el dolor o la humillación no como un fin en sí mismos, sino como un medio para explorar la sexualidad o reforzar la intimidad de pareja. Además, se ha comprobado que el masoquismo está significativamente relacionado con una mayor satisfacción con la vida sexual (Joyal & Carpentier, 2017).

El consentimiento informado, los límites claros y la presencia de palabras seguras son elementos clave que distinguen el masoquismo consentido de otras formas de abuso o violencia.

Es importante reconocer que el masoquismo, en sí mismo, no es un problema, pero puede convertirse en uno cuando compromete la calidad de las relaciones y el bienestar de la persona. En estos casos, el apoyo psicológico puede ser útil para renegociar los propios límites y reconstruir un equilibrio relacional sano y gratificante.

¿Cuándo se convierte el masoquismo en un trastorno clínico?

El masoquismo se considera un trastorno clínico cuando se convierte en una fuente de malestar significativo o de deterioro en el ámbito social, laboral u otras áreas importantes de la vida de una persona.

Según el DSM-5 (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales), el masoquismo sexual es una parafilia caracterizada por fantasías, impulsos o comportamientos recurrentes que implican humillación, maltrato o sufrimiento físico como fuente de excitación sexual, con sufrimiento clínicamente significativo o implicación de una pareja no consentidora.

Entre los diferentes subtipos de masoquismo, el denominado “Conflicto Global” representa la forma menos saludable: es consistente con los trastornos de personalidad, se asocia con motivaciones de nivel de desarrollo temprano y defensas inmaduras, y a menudo se vincula con la presencia de depresión (Békés et al., 2018).

Sin embargo, el diagnóstico de un trastorno solo se aplica si estos aspectos causan malestar clínicamente significativo o daño a uno mismo o a los demás. Es crucial distinguir entre la práctica y la patología: el masoquismo consentido, practicado en un contexto de seguridad y respeto, no es un trastorno. Por el contrario, cuando el comportamiento es compulsivo, está fuera de control o implica riesgos reales para la integridad física o psicológica, puede constituir un trastorno.

Los criterios diagnósticos incluyen:

  • Persistencia de las fantasías o del comportamiento durante al menos seis meses.
  • Angustia significativa o deterioro del funcionamiento.
  • Exclusión de otros trastornos médicos o psicológicos que puedan explicar los síntomas.

Opciones de tratamiento eficaces

Cuando representa una fuente de angustia o deterioro, el masoquismo puede abordarse con diferentes enfoques terapéuticos. Es importante destacar que la elección del tratamiento depende de las características individuales de la persona y de la naturaleza del problema.

Entre las intervenciones terapéuticas más eficaces se encuentran:

  • La psicoterapia psicodinámica: busca explorar las dinámicas inconscientes que subyacen al masoquismo, como conflictos internos, traumas o dinámicas familiares.
  • La terapia cognitivo-conductual (TCC): se centra en identificar y modificar pensamientos y conductas disfuncionales, promoviendo estrategias más adaptativas para afrontar el dolor y las relaciones.
  • Terapia de pareja: útil cuando el masoquismo afecta a la dinámica relacional, para fomentar el diálogo y el respeto mutuo.
  • Terapia farmacológica: puede estar indicada en algunos casos para manejar síntomas asociados como la ansiedad o la depresión.
  • Intervenciones psicoeducativas: ayudan a la persona a comprender su propio funcionamiento y a desarrollar recursos para afrontar situaciones estresantes.
  • Apoyo grupal: compartir con otras personas que pasan por experiencias similares puede ofrecer apoyo y reducir los sentimientos de aislamiento.

No obstante, es importante subrayar que todo proceso terapéutico debe ser personalizado y llevarse a cabo en una atmósfera de respeto y aceptación, sin juzgar. El objetivo es promover el bienestar general de la persona, ayudándola a integrar aspectos complejos de su personalidad de forma constructiva.

Como hemos visto, el masoquismo es un constructo complejo que puede adoptar diferentes formas y significados en la vida de una persona. De modo que la toma de conciencia de la propia dinámica interna es el primer paso hacia un cambio significativo. Reconocer que se viven situaciones de sufrimiento no es un indicio de debilidad, sino de valentía y deseo de crecimiento.

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