Los tics nerviosos son movimientos o sonidos repentinos, rápidos y repetitivos que suelen aparecer durante la infancia, pero que también pueden darse en la edad adulta.
Aunque muchas personas experimentan tics al menos una vez en su vida, estos movimientos suelen causar preocupación porque se interpretan como signos de malestar psicológico o enfermedad neurológica. En realidad, en la mayoría de los casos son fenómenos benignos y transitorios. No obstante, merecen atención y deben abordarse con información clara.
Tics nerviosos: qué son y cómo pueden afectar a la vida diaria
Cuando una persona experimenta un tic nervioso, puede percibirlo como una acción involuntaria, difícil de controlar: puede ser simple, como un parpadeo o una tos, o más complejo y articulado. En los niños, los tics suelen aparecer en situaciones de estrés o cansancio, mientras que en los adultos pueden reaparecer en momentos de gran tensión emocional.
Cuando los tics se vuelven más persistentes, invasivos y complejos de manejar, se puede hablar del síndrome de Tourette, una enfermedad caracterizada por una combinación de tics motores y vocales.
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Las sensaciones internas que preceden a los tics, como una especie de urgencia o tensión por descargar, nos ayudan a comprender mejor los mecanismos que regulan nuestros comportamientos automáticos. La aparición de los tics nerviosos a lo largo del tiempo parece seguir un patrón "ondulatorio" o incluso fractal, lo que explica por qué los síntomas pueden aumentar o disminuir de forma cíclica (Leckman, 2023).
En general, la evolución natural de los tics muestra una disminución significativa durante la adolescencia, pero el síndrome de Tourette puede asociarse a dificultades sociales, emocionales o escolares, especialmente si se acompaña de trastornos como el TDAH o el trastorno obsesivo-compulsivo, que pueden influir en los resultados a largo plazo y afectar significativamente a la calidad de vida.
Tics nerviosos: tipos y causas
El debate sobre los tics nerviosos se complica por el hecho de que su definición es muy difusa. Bajo una misma denominación se engloban manifestaciones conductuales aparentemente muy diferentes y, para cada una de ellas, las causas siguen sin estar claras.
En cuanto a su clasificación, con una ligera aproximación, podemos decir que existen dos categorías principales de tics: motores y vocales.
- Los tics motores implican movimientos corporales, como parpadear, hacer muecas, sacudir la cabeza, contraer los hombros.
- Los tics vocales implican la emisión involuntaria de sonidos (toser, gruñir) o la repetición de palabras o sílabas.
Podemos subdividir ambas categorías en tics simples (movimientos o sonidos rápidos y aislados) y tics complejos (secuencias articuladas y coordinadas).
Las causas exactas aún no se conocen del todo, pero se plantea la hipótesis de una interacción entre factores biológicos, psicológicos y ambientales.
En el plano genético, un metaanálisis realizado en 4.819 pacientes con síndrome de Tourette y 9.488 pacientes de controles identificó un locus significativo en el gen FLT3 del cromosoma 13 (Yu et al., 2019). El estudio estimó que las variantes genéticas en regiones conservadas evolutivamente explicaban aproximadamente el 92,4 % de la heredabilidad estimada para el síndrome.
Además, las puntuaciones de riesgo poligénico para el síndrome de Tourette no solo predecían la presencia de la afección, sino también la gravedad máxima de los tics y la probabilidad de antecedentes familiares de tics. Sin embargo, este resultado no se ha replicado en una cohorte más amplia.
Desde el punto de vista neurobiológico, un estudio realizado por Wang et al. (2011) en pacientes con síndrome de Tourette encontró un aumento de la actividad en las vías motoras (áreas sensoriomotoras, putamen, globo pálido, sustancia negra) y, en los casos más graves, una reducción de la actividad especialmente en los núcleos caudados (en la parte profunda del cerebro relacionada con el movimiento y los hábitos) y en la corteza cingulada anterior, es decir, la parte superior e interna de la corteza cerebral, relacionada con las emociones, la atención y el control cognitivo.
Estos aspectos, sin embargo, no deben aislarse de los factores psicológicos y ambientales: el estrés, la ansiedad, la falta de sueño o los acontecimientos emocionalmente intensos pueden favorecer la aparición o la acentuación de los tics nerviosos. En este sentido, es importante considerar que, aunque comúnmente se cree que los tics nerviosos tienen una base neurobiológica, la frecuencia de los tics puede estar influida por los acontecimientos ambientales antecedentes y por las consecuencias sociales.
Goldman y DeLeon (2020) revisaron 13 estudios experimentales que intentaban identificar los factores que mantienen los tics. Los estudiosos descubrieron que, en muchas personas con síndrome de Tourette, los tics nerviosos tienden a mantenerse por sí mismos, algo así como si se "alimentaran" de sí mismos. Sin embargo, no siempre es así: en algunos casos, estudiar por qué se produce un tic puede ayudar a encontrar estrategias más eficaces para reducirlo.

Síntomas y reconocimiento de los tics nerviosos
En general, los tics son muy reconocibles. Básicamente, se trata de acciones repetitivas, no intencionadas y difíciles de inhibir. A menudo, la persona refiere un "impulso interno" de realizar ese gesto o sonido, que solo remite una vez se ha realizado.
Los tics nerviosos tienden a variar con el tiempo: pueden empeorar en ciertos momentos y disminuir en otros, con un patrón fluctuante. Asimismo, no todos los tics requieren la intervención de un especialista; pero es aconsejable consultar a un médico o psicólogo cuando:
- los tics persisten durante más de un año,
- empeoran progresivamente,
- interfieren con las actividades cotidianas, sociales o escolares,
- se asocian a otros trastornos (ansiedad, dificultades de concentración, trastornos del estado de ánimo).
Tics nerviosos: diagnóstico, opciones de tratamiento y manejo
El diagnóstico del trastorno de tics puede realizarse mediante entrevista clínica, observación directa y recopilación de información (también de familiares o profesores, en el caso de los niños). A veces puede ser necesario realizar exámenes neurológicos para descartar otras afecciones, ya que es crucial distinguir los tics de otros trastornos del movimiento o comportamientos estereotipados asociados a afecciones neuropsiquiátricas.
El tratamiento de los tics nerviosos varía en función de la gravedad de los síntomas, la frecuencia de los tics y el tipo de angustia mostrada por el paciente. Un primer paso es la psicoeducación, que permite informar a la persona y a su familia, y que puede ser crucial para prevenir el riesgo de desarrollar creencias y comportamientos estigmatizantes.
Desde el punto de vista conductual, existen diferentes opciones de tratamiento como:
- el Habit Reversal Training (HRT), que se ha identificado como un tratamiento psicológico bien establecido;
- la exposición con prevención de respuesta (EPR);
- la terapia cognitivo-conductual (TCC) —un metaanálisis que incluyó 12 ensayos clínicos con 536 pacientes demostró que la TCC reduce significativamente la gravedad general de los tics nerviosos, con un mayor impacto en los tics motores que en los vocales (Shou et al., 2021)—.
Además, las intervenciones psicoterapéuticas pueden ser útiles cuando hay ansiedad o estrés concomitantes. Mientras que la farmacoterapia está indicada principalmente en los casos más graves o incapacitantes y debe tomarse siempre bajo la estrecha supervisión de un especialista.
Por último, estrategias cotidianas como la mejora de la higiene del sueño, la reducción del estrés y la práctica de actividades relajantes también pueden ayudar a atenuar la intensidad de los tics nerviosos.
Empatía y apoyo en el manejo de los tics nerviosos
Los tics nerviosos no nos definen, no son una limitación ni un defecto: son solo un matiz de la forma en que el cuerpo y la mente hablan entre sí. Nadie debería sentirse definido por un movimiento o un sonido involuntario. Lo que hace falta es una mirada amable, una escucha sincera y una comprensión profunda.
Apoyar a quienes viven con un tic nervioso significa ofrecer espacio, calma y aceptación, porque solo a la luz de la conciencia y la empatía se puede aprender a convivir con uno mismo sin miedo, transformando lo que pesa en algo propio, vivido con dignidad y empoderamiento.





