Sentirse cansado es una experiencia común que todos experimentamos en determinados momentos de la vida. Pero ¿qué ocurre cuando el cansancio se hace constante, no mejora ni siquiera tras el descanso y empieza a interferir en las actividades cotidianas? En esos casos, podemos estar ante algo más complejo: una afección conocida como síndrome de fatiga crónica (o Chronic Fatigue Syndrome, CFS).
Se trata de una condición compleja que todavía es objeto de investigación, pero con características muy precisas:
- no se resuelve con el reposo,
- tiene un gran impacto en la calidad de vida,
- afecta predominantemente a mujeres de entre 18 y 50 años (Carlo-Stella et al., 2004).
La diferencia con una condición "normal" de fatiga radica en la cronicidad, la incapacidad de reducir las sensaciones con el reposo y la presencia de síntomas relacionados.
En este artículo intentaremos arrojar luz sobre el tema de la fatiga crónica: veremos qué signos no deben subestimarse, las posibles causas y las estrategias psicológicas que pueden ayudar a quienes viven con este síndrome. Porque reconocer el cansancio —y ponerle nombre— puede ser el primer paso para volver a sentirse mejor.
¿Qué es la fatiga crónica?
Empecemos por intentar definir el síndrome en palabras de Carlo-Stella et al. (2004, p.547):
Actualmente, la patología se considera un síndrome, constituido por una constelación de al menos tres síntomas y/o signos que se consideran relacionados entre sí, pero que no se asocian a un diagnóstico patognomónico (objetividad clínica, exámenes de laboratorio o instrumentales). De ello se deduce que el diagnóstico es esencialmente clínico, basándose en la constatación de los síntomas que refiere el paciente y/o de los posibles signos objetivos que, en conjunto, se consideran significativos. El diagnóstico de la fatiga crónica es un diagnóstico de exclusión de otras causas de fatiga (por lo que el diagnóstico diferencial es muy amplio).
Fatiga crónica: síntomas físicos, cognitivos y emocionales
El primer intento de definición se remonta a la contribución de Holmes et al. (1988). Sin embargo, la presencia de dos criterios mayores y once menores no fue eficaz para reducir la gran variedad de manifestaciones clínicas y permitir el diagnóstico. Por ello, Fukuda et al. (1994) introdujeron algunas modificaciones. Se mantuvieron los dos criterios mayores, es decir:
- "nueva aparición de fatiga debilitante, persistente o recidivante, con antecedentes negativos, que no se resuelve con reposo en cama, que reduce las actividades cotidianas al menos en un 50 % y perdura durante al menos seis meses" (Carlo-Stella et al., 2004, p.547);
- exclusión de otras condiciones clínicas que puedan explicar la sintomatología (por ejemplo: enfermedades oncológicas, autoinmunes, reumatológicas, inflamatorias, psiquiátricas, patologías endocrinas, neuromusculares, inflamatorias crónicas, drogodependencia).
En cuanto a los criterios menores, se simplificaron y se identificaron como los siguientes:
- fiebre y escalofríos,
- dolor de garganta,
- miastenia (debilidad),
- dolor muscular y articular,
- cefaleas,
- trastornos del sueño,
- cansancio prolongado después de hacer ejercicio físico que no se resuelve con reposo,
- trastornos neuropsicológicos como fotofobia (hipersensibilidad a la luz), amnesia, irritabilidad, confusión mental, dificultad para concentrarse (brain fog o niebla cerebral).
También se redefinieron los siguientes criterios objetivos sin que, no obstante, fuera necesaria su presencia real para hacer el diagnóstico:
- fiebre detectada por un médico,
- faringodinia,
- linfadenopatía cervical o axilar.
La identificación del síndrome de fatiga crónica se complicaría al no tratarse de una patología aislada, sino asociada a síndromes psiquiátricos (ansiedad, depresión, somatizaciones como el síndrome del intestino irritable) o síndromes reumatológicos como la fibromialgia (Carlo-Stella et al., 2004).
Para hacer el diagnóstico se requieren dos criterios mayores y al menos ocho menores. Dada la amplitud y la falta de especificidad de los síntomas, es esencial disponer de una anamnesis precisa.

Fatiga crónica: causas y factores psicológicos
La variedad de manifestaciones y cursos ha dado lugar a diversas hipótesis etiológicas. Entre las causas de la fatiga crónica encontramos:
- Factores infecciosos (infecciones por el virus de Epstein-Barr, mononucleosis, VIH).
- Factores inmunológicos (se ha observado una actividad alterada de las células Natural Killer y una producción alterada de citoquinas en algunas personas diagnosticadas con el síndrome de fatiga crónica).
- Factores neurológicos. En este caso podría haber una implicación del eje del estrés —hipotálamo-hipófisis-suprarrenal— (Ursini et al., 2010) con una menor producción de cortisol. Otra hipótesis interesante es la del "Sickness Behaviour" (comportamiento de la enfermedad). Las infecciones o el estrés en personas predispuestas llevarían a la producción de citoquinas proinflamatorias y la producción de estas sustancias provocaría síntomas similares a los del síndrome de fatiga crónica.
Se trata de un síndrome complejo que engloba la todavía misteriosa relación intrínseca entre la mente y el cuerpo (“psique-soma”). Como se observa con frecuencia en estas ocasiones, también se encuentran conexiones con causas psicológicas (Ercolani y Razzaboni, 2000).
Factores psicológicos del síndrome de fatiga crónica
En cuánto a los principales factores psicológicos subyacentes al síndrome, podemos mencionar:
- El estrés en todas sus formas y manifestaciones: por ejemplo, en relación con el trabajo o en el síndrome de burnout.
- La sobrecarga mental y emocional: la dificultad para reconocer, procesar y transformar las emociones relacionadas con determinados momentos de la vida (como relaciones, tareas de desarrollo concretas o cambios importantes) puede provocar un aumento del peso emocional y la sensación de estar desbordado.
- Los traumas o duelos difíciles de procesar: los acontecimientos traumáticos o luctuosos pueden complicarse y bloquear a la persona en la trayectoria evolutiva de su ciclo vital, lo que puede generar estancamiento, sentimientos de inadecuación o trastornos del estado de ánimo.
- La depresión y la ansiedad: la presencia de trastornos de ansiedad y trastornos del estado de ánimo puede estar asociada con el síndrome de fatiga crónica.
- Los estilos de vida difíciles de mantener: la tendencia al control, la hiperactividad, el escaso descanso y la excesiva rigidez en el estilo cognitivo y emocional con el que se abordan diferentes situaciones pueden favorecer la aparición de los síntomas.
Fatiga crónica: cuándo preocuparse y a quién acudir
¿Cuál es el tratamiento para la fatiga crónica? ¿Quién diagnostica el síndrome de fatiga crónica y cómo?
La psicoinmunoneuroendocrinología está ayudando a desentrañar la complejidad de la relación entre la mente y el cuerpo en la manifestación de numerosas patologías que, aparentemente, no encuentran su causa y explicación únicamente en el cuerpo.
Muchos síndromes encuentran mayores posibilidades de explicación en un modelo que describe cómo lo físico y lo psíquico se entrelazan e influyen mutuamente. En numerosos síndromes, el cuerpo se encarga de dar representación plástica y encarnada a lo que la mente lucha por procesar y expresar conscientemente. Los procesos de somatización son cada vez más estudiados y reconocidos en muchos ámbitos de la medicina.
La complejidad de un síndrome como la fatiga crónica requiere un estudio en profundidad de los síntomas y signos que se sitúan en el límite entre lo mental y lo corporal. En concreto, puede ser útil prestar atención a los siguientes signos:
- presencia de cansancio y debilidad que no se resuelven con la recuperación y el reposo,
- persistencia de los síntomas y de la sensación de debilidad y cansancio a lo largo del tiempo,
- repercusión de la fatiga en las actividades cotidianas (disminución de la capacidad de trabajo, estudio u de afrontar el tiempo libre),
- impacto en el estado de ánimo y presencia de ansiedad: depresión y fatiga crónica.
En estos casos, puede ser útil buscar asesoramiento médico en primera instancia. Aunque también es importante no subestimar la importancia del apoyo emocional en el tratamiento de las personas que presentan el cuadro sintomatológico del síndrome de fatiga crónica.
De modo que, junto al cuerpo, es importante cuidar el aspecto mental. Acudir a un profesional de la salud mental, como una psicóloga o psicólogo online, puede resultar útil sobre todo para tratar los aspectos relacionados con la ansiedad y la depresión, gestionar el impacto del síndrome en la vida cotidiana y adquirir una psicoeducación adecuada sobre los síntomas y las estrategias para afrontarlos.
Cuando los síndromes se sitúan en el límite entre la mente y el cuerpo, también se hace imprescindible una adecuada coordinación de la acción terapéutica de forma concertada entre el médico general, el psicólogo y, eventualmente, el especialista. Este modelo está firmemente respaldado por el enfoque de la atención primaria.
Cómo combatir la fatiga crónica: estrategias psicológicas y hábitos saludables
Cualquier intervención farmacológica (prescripción de antidepresivos, antirretrovirales, ansiolíticos) debe ser evaluada y decidida por un médico. Sin embargo, una actuación psicológica puede ser útil para sugerir remedios contra la fatiga crónica, como:
- Gestión del estrés y del pensamiento: la psicoterapia puede ayudar a gestionar el estrés relacionado con el trabajo y las relaciones, a replantear los pensamientos y patrones disfuncionales que pueden producir un gasto de energía con rumiaciones o sentimientos de inadecuación, inutilidad, impotencia e ineficacia.
- Psicoeducación sobre la higiene del sueño y el descanso: un proceso de terapia puede ayudar a reflexionar sobre la necesidad de tomarse tiempo para descansar y sobre el cuidado de las buenas prácticas y rutinas que favorecen tanto conciliar el sueño como el sueño en sí mismo.
- Mindfulness y técnicas de relajación: los procesos terapéuticos basados en técnicas específicas pueden favorecer la capacidad de crear espacios para reflexionar, dialogar con nuestro interior, escuchar nuestras emociones e identificar patrones cognitivos disfuncionales.
- Escucha, autocuidado y cuidado del cuerpo: el espacio de la psicoterapia puede convertirse en una invitación a bajar el ritmo, parar, escuchar nuestras necesidades, deseos, emociones y sensaciones.
Para concluir: ¡escucha tus bostezos!
La debilidad, la fatiga, los síntomas físicos (dolor de cabeza, dolor de garganta, fiebre, trastornos del sueño), los síntomas cognitivos (dificultad para concentrarse, niebla cerebral) y los síntomas emocionales (ansiedad y trastornos del estado de ánimo) hacen del síndrome de fatiga crónica una manifestación clínica que puede situarse en el límite entre el cuerpo y la mente.
Si la sintomatología persiste en el tiempo y no se resuelve con el reposo, conviene no subestimarla. Acudir a un médico en primer lugar y después a un psicólogo son pasos esenciales para cuidar el bienestar físico y psicológico. En resumen, también es importante escuchar nuestros bostezos.