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Musicoterapia y los efectos psicológicos de la música en el cerebro

Musicoterapia y los efectos psicológicos de la música en el cerebro
Federica Gerli
Psicoterapeuta con orientación Sistémica-Relacional
Redacción
Unobravo
Artículo revisado por nuestra redacción clínica.
Última actualización el
4.12.2025
Musicoterapia y los efectos psicológicos de la música en el cerebro
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La Comisión de Práctica Clínica de la World Federation of Music Therapy ha definido la musicoterapia como:

"el uso de la música y sus elementos (sonido, ritmo, melodía, armonía) por parte de un musicoterapeuta cualificado, en una relación individual o de grupo, dentro de un proceso que pretende desarrollar el potencial y rehabilitar las funciones del individuo".

¿Qué es la musicoterapia y para qué sirve?

La finalidad general de la musicoterapia es lograr una mejor integración a nivel interpersonal e intrapersonal y, en consecuencia, una mejor calidad de vida. Se utiliza en los ámbitos de la prevención, la terapia y la rehabilitación, y su importancia está ligada a la posibilidad de alcanzar objetivos no específicamente musicales que, de otro modo, serían difíciles de lograr con otros tipos de intervención.

En efecto, la musicoterapia puede tener efectos positivos en muchas áreas como:

  • la comunicación,
  • las relaciones,
  • el aprendizaje,
  • la motricidad,
  • la expresión.

Además, puede ofrecer una respuesta a necesidades físicas, emocionales, sociales y cognitivas.

La música puede influir en la actividad cerebral

¿Qué parte del cerebro se activa con la música? Cuando escuchamos una nueva canción o estímulo sonoro, se produce una estimulación de la corteza auditiva del cerebro que da lugar a la conversión del ritmo, la melodía y la armonía en una única señal acústica. Después, dependiendo de cómo interactuemos con esa melodía (por ejemplo, bailando, cantando o recordando experiencias pasadas), se activan distintas zonas del cerebro.

De hecho, escuchar música, en sus distintos elementos, activa varias zonas del cerebro:

  • El córtex prefrontal, que interviene en el movimiento corporal, por ejemplo cuando bailamos o tocamos un instrumento.
  • El córtex sensorial, que se ocupa de los estímulos táctiles al bailar o tocar música.
  • El hipocampo, que se ocupa de los recuerdos y experiencias relacionados con la música.
  • El córtex visual, que interviene en la lectura de la música y la observación de los pasos de baile.
  • El cerebelo, que interviene en el movimiento mientras bailamos o tocamos un instrumento.
  • El córtex auditivo, que interviene en la escucha de los sonidos, la percepción y el análisis de los tonos.
  • El núcleo accumbens y la amígdala, que intervienen en las reacciones emocionales a los estímulos sonoros.

La actividad musical también favorece la neuroplasticidad y aumenta la conectividad, lo que produce la sinaptogénesis, el proceso que se produce cuando se crea una nueva sinapsis dentro del sistema nervioso central de un organismo.

Las conexiones neuronales, el número de neuronas y sinapsis y los tipos de circuitos de nuestro cerebro se caracterizan por un cierto grado de plasticidad, que es mayor durante el desarrollo gestacional y postnatal, pero que también se mantiene en la edad adulta como adaptación a los diferentes estímulos ambientales.

Las investigaciones de Schlaug (2001), profesor de Neurología e Ingeniería Biomédica de la Universidad de Massachusetts, han demostrado que, en los niños que estudian música, aumenta el tamaño de las áreas cerebrales destinadas al análisis auditivo y a la programación.

Estas evidencias también fueron confirmadas por los estudios realizados en 2006 por el neurólogo Pascual-Leone, que destacó la capacidad del cerebro para responder muy rápidamente a la educación musical. Ya a los pocos minutos de realizar ejercicios de piano con los cinco dedos se detectaron cambios en la corteza motora de los individuos que participaban en el ensayo.

Foto de Kelly Sikkema (Unsplash)

Música y neurociencia

Hoy sabemos que la neurociencia y la psicología están inextricablemente unidas, gracias a la capacidad del cerebro para automodificarse. En los últimos años, la investigación neurocientífica también ha experimentado un desarrollo considerable en lo que respecta a la música y sus efectos en el cerebro.

Numerosas técnicas experimentales como los potenciales evocados (PRE), el magnetoencefalograma (MEG), el electroencefalograma (EEG), el SQUID, la resonancia magnética (RM), la tomografía por emisión de positrones (PET) y la estimulación magnética transcraneal (EMT) permiten identificar las partes activas del cerebro durante el procesamiento de los estímulos musicales.

Al escuchar música, se activan los dos hemisferios cerebrales: el izquierdo, que se centra en el lenguaje, la estructura de la canción y las palabras, y el derecho, que se encarga de las funciones más intuitivas y, por tanto, se centra en el aspecto musical. El hemisferio derecho es, por tanto, el que permite escuchar música dejándose llevar por los sonidos, mientras que el izquierdo permite analizar el sonido desde un punto de vista técnico.

Por tanto, los beneficios de la música son evidentes en ambos hemisferios:

  • En el hemisferio izquierdo, en términos de mejora de la memoria, la motricidad, el sentido del ritmo y la coordinación corporal.
  • En el hemisferio derecho, con un cambio en la imaginación y la creatividad.

Los efectos de la música en la psique

La música también desempeña un papel primordial en la producción de sensaciones de bienestar psíquico. Son bien conocidos los efectos positivos de los estímulos sonoros sobre la regulación del ritmo cardíaco, la presión sanguínea, la respiración y el nivel de ciertas hormonas, como las del estrés.

En efecto, escuchar música o sonidos agradables estimula regiones del cerebro que regulan el placer. En concreto, los sonidos activan el núcleo accumbens, considerado el "centro del placer" del cerebro. Este último libera dopamina, un neurotransmisor que produce tal sensación de gratificación que nuestro cuerpo repite la experiencia auditiva para volver a experimentar placer.

Las respuestas emocionales a los estímulos sonoros también difieren según sus características. En concreto, los parámetros que hay que tener en cuenta son:

  • El tono, ya que los sonidos más agudos tienden a producir más tensión que los más graves.
  • La intensidad, en la medida en que los sonidos más fuertes tienen un efecto psicológico energizante, mientras que los más débiles favorecen la relajación.
  • El timbre, ya que si predominan los armónicos consonantes, el oyente experimenta un sonido pleno, redondo y rico, mientras que cuando predominan los armónicos disonantes, el sonido puede percibirse como pobre, áspero o anguloso.
  • El ritmo, que puede tener un efecto estabilizador si es regular y desestabilizador si es irregular.
  • El tempo, que puede tener un efecto excitante si es rápido, calmante si es moderado.
  • La armonía, que puede producir sensaciones de calma y estabilidad si es consonante, mientras que si es disonante puede inducir sensaciones de tensión e inquietud.

La música puede tener varias propiedades en el ámbito terapéutico, por ejemplo:

  • facilitar la comunicación y la expresión emocional;
  • apoyar el movimiento y la danza estimulando el córtex motor y los ganglios basales;
  • mejorar la adquisición del lenguaje en personas con dislexia o sordera congénita;
  • ofrecer una estimulación sensorial alternativa a las personas con trastornos del espectro autista e invidentes;
  • reducir el dolor, ofreciendo consuelo a enfermos de cáncer, personas en duelo o que sufren depresión;
  • fomentar el sentimiento de pertenencia, inducir comportamientos prosociales y reforzar la cohesión;
  • inducir el sueño en los niños y la relajación en los adultos al ralentizar el electroencefalograma.

Diferencia entre psicología de la música y musicoterapia

La psicología de la música es la disciplina que estudia la relación entre las estructuras musicales (ritmo, melodía, armonía) y las respuestas de los oyentes, no solo en términos de comportamiento, sino también de procesamiento cognitivo.

En cuanto a la musicoterapia, también se ocupa de la relación entre la música y el individuo, pero utiliza estímulos musicales que suelen ser mucho más sencillos que los más sofisticados que se emplean en los experimentos de la psicología de la música.

Los individuos a los que se dirigen los experimentos de psicología musical suelen ser adultos, a veces músicos, seleccionados para probar hipótesis sobre capacidades perceptivas y mnemotécnicas. Mientras que la musicoterapia, por su parte, utiliza un conjunto de técnicas para el tratamiento y la rehabilitación de personas, tanto niños como adultos, que a menudo sufren trastornos y discapacidades mentales y de comportamiento.

Otra característica importante que distingue la musicoterapia de la psicología musical reside en la posibilidad que tiene el terapeuta de utilizar el medio musical como mediador para sintonizar con las emociones del paciente y comunicarse con él. En el momento en que el paciente y el terapeuta están "en la misma longitud de onda", el paciente puede sentirse comprendido y contenido, y acceder a una elaboración profunda de sus experiencias emocionales.

Foto de Derek Truninger (Unsplash)

El uso de la música en terapia

La musicoterapia suele asociarse a otras prácticas terapéuticas (medicina, psicología, logopedia) y encuentra aplicación en numerosos contextos clínicos. En el ámbito del bienestar psicológico, para los problemas depresivos, de ansiedad y de estrés, el enfoque musicoterapéutico puede complementar al psicoterapéutico para facilitar la expresión y la elaboración de las emociones del paciente.

El musicoterapeuta utiliza la música con fines terapéuticos para promover el bienestar emocional y cognitivo. El psicólogo, por su parte, está formado para diagnosticar y tratar trastornos mentales mediante técnicas específicas. Sin embargo, un psicólogo también puede formarse como musicoterapeuta, integrando ambas habilidades en su trabajo con los pacientes.

Musicoterapia para niños

A través de la musicoterapia también es posible entablar una relación empática con niños con graves déficits sensoriales, motores y relacionales, que no poseen lenguaje verbal o manifiestan actitudes cerradas hacia el mundo exterior. En estos casos, la musicoterapia hace uso de técnicas de reflejo y facilitación que ofrecen un canal alternativo de comunicación compuesto por sonidos, gestos, contacto táctil y corporal.

Todo ello con el fin de promover lo que se denomina una "relación feliz", es decir, caracterizada por una comunicación fluida y organizada, frente a patrones de comunicación caracterizados por la turbulencia, el antagonismo y las interrupciones.

Los beneficios de la musicoterapia también pueden observarse en el contexto de la prevención, con vistas a promover el bienestar psicofísico de niños y adultos. Por ejemplo, en el contexto escolar, puede ser una herramienta eficaz para fomentar la integración social, reducir las actitudes agresivas y los problemas de comportamiento de los menores.

Musicoterapia para ancianos y enfermos crónicos

Otras áreas clínicas en las que se puede utilizar la musicoterapia son las relacionadas con enfermedades oncológicas o crónicas. Se ha comprobado que los sonidos tienen un efecto positivo sobre la llamada fatiga crónica, es decir, el cansancio persistente asociado a la enfermedad y los tratamientos, y sobre las emociones de ansiedad, miedo y depresión. Pueden influir positivamente incluso en el control del dolor físico.

La musicoterapia también puede utilizarse en el ámbito neurológico, como terapia de rehabilitación de las funciones motoras y sensoriales de pacientes que padecen la enfermedad de Parkinson, Alzheimer y diversos tipos de demencia.

Exploración del potencial terapéutico de la música en el cerebro

Ya se sabe cómo influye la música en la mente, gracias a su propiedad de activar ambas partes del cerebro y crear conexiones neuronales. No hace falta ser músico profesional para cambiar la estructura cerebral, ya que a través de la música es posible aprender y, al mismo tiempo, cambiar conexiones en el cerebro.

El interés por estas posibilidades de aprendizaje que ofrece el sonido va de la mano de los enormes beneficios que puede conllevar utilizar sonidos dentro de una relación terapéutica, para el tratamiento y rehabilitación de numerosas patologías y trastornos neurológicos, sensoriales y emocionales.

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