Durante siglos, los teóricos de la evolución nos han repetido que el hombre es un animal social. Aunque, en realidad, la vida del ser humano se caracteriza por muchos momentos de soledad. La evolución quiso que nuestros antepasados vivieran en manadas, luego en tribus, hasta llegar a nuestros días, en los que la sociedad y las instituciones reconocen la individualidad de cada persona como una entidad separada de todas las demás. Esto significa, en muchos casos, no tener un sentido de pertenencia.
Ahora nos encontramos con una proliferación de formas de interactuar, tanto virtuales como físicas. Sin embargo, parece que se ha vuelto mucho más fácil encontrarse inmerso en la soledad. En este artículo abordamos el tema en detalle: qué es la soledad, qué valor tiene en nuestras vidas y qué influencia ejerce en nuestras mentes.
¿Qué es la soledad?
Es habitual escuchar frases como “es una persona solitaria” o “le gusta estar solo/a”. Pero, ¿puede la soledad ser un placer?
Para comprender el significado de soledad es interesante observar la ambivalente traducción inglesa de este concepto:
- por un lado, se habla de ella como un momento de recogimiento e intimidad (solitude, en inglés);
- por otro lado, está la acepción negativa de la palabra en la que se habla de aislamiento (loneliness, en inglés).
De hecho, la soledad tiene este significado dual, pero a menudo es el lado negativo, el más cercano a estados de ánimo disfóricos o síntomas depresivos, el que domina al otro. Buscar la compañía de amigos y familiares es una de las acciones más recomendadas en las guías prácticas sobre cómo salir de una depresión.
En psicología, la soledad también se yuxtapone a menudo con el término aislamiento. Una persona puede estar aislada por:
- falta de empatía,
- sociopatía o dificultades en el establecimiento de relaciones,
- síndrome de hikikomori,
- debido a acontecimientos accidentales o a las decisiones de los demás.
Además, la soledad puede motivar tanto la búsqueda de conexiones sociales como el retraimiento social, y los rasgos de personalidad, como la extroversión, moderan estos efectos (Bellucci & Park, 2024). En general, se puede decir que la soledad prolongada puede asociarse con un mayor malestar emocional o afectivo. Es cierto que hay personas más apegadas a su propia intimidad, reservadas y solitarias, pero no es una condición que aporte placer a largo plazo.
Pero, entonces, ¿es buena o mala la soledad? Lo cierto es que la soledad es una condición mental que puede ser constructiva, si se gestiona bien. Sin embargo, si no se maneja adecuadamente, puede contribuir al desarrollo o mantenimiento de síntomas depresivos o ansiosos, en cuyo caso puede ser útil acudir a un psicólogo especializado en el tratamiento de la depresión.
En este sentido, cuando esto ocurre, podemos hablar de una soledad triste, una soledad que solo conduce a la desconexión y la desesperanza. Si no se gestiona adecuadamente, la soledad se hace insoportable, crea sufrimiento y también desconfianza en la persona, hasta el punto de entrar en un círculo vicioso en el que la persona puede tener miedo a perder relaciones, pero también a crear otras nuevas, porque puede aparecer un sentimiento de rechazo, soledad y vacío emocional.

¿La soledad es real o es un paradigma mental?
Es útil hablar de soledad externa e interna. La soledad puede ser un estado de nuestra vida social o incluso solo una emoción que sentimos, sin retroalimentación real. La soledad "física", a menos que se deba a un trastorno psicológico reconocido, suele durar poco tiempo. Depende del momento de la vida de la persona, de su estado de ánimo, del grado de empatía con quienes le rodean o de otros acontecimientos externos.
La soledad interior tiene tiempos variables que a menudo no terminan hasta que la persona decide pedir ayuda psicológica. Se trata de una condición mental por la que, aun estando rodeado de gente y afecto, no se es capaz de apreciar esta cercanía y estas personas se sienten solas. Un ejemplo extremo de esa vivencia es el perfil psicológico del Joker, un personaje que encarna una soledad destructiva, alimentada por el aislamiento social y emocional, lo que lo lleva a un estado de desconexión total de la realidad y de los vínculos humanos.
No hay que subestimar los síntomas de esta condición. ¿Cómo pueden manifestarse? Con un estado de sufrimiento profundo e inconsciente sobre el que es bueno intervenir cuanto antes. Se puede presentar en cualquier momento del día, de forma indiscriminada, como un malestar persistente que parece imposible de erradicar. La soledad interior es un estado de sufrimiento al que no se puede poner fin de manera inmediata.
Soledad deseada y soledad no deseada
El concepto de soledad deseada hace referencia al estado de vida en el que una persona se desconecta conscientemente del resto para estar sola, es decir, vive en soledad porque quiere. Para muchas personas, la soledad es un momento íntimo en el que explorar su interioridad, una operación muy útil para el crecimiento personal y emocional. En esa condición, si bien la persona está sola no lo percibe como tal. Es importante recordar que la soledad también es parte de la vida y a veces es necesaria.
Por el contrario, la soledad no deseada puede ser difícil de sobrellevar: duele, pesa, te invade, y nunca te acostumbras a ella. Vivir en soledad sin quererlo suele estar relacionado con la soledad interior, lo cual hace que la persona sienta soledad incluso cuando está rodeada de otras personas, con las que se establecen relaciones superficiales que no permiten sentir comprensión —lo cual también puede generar la sensación de no tener amigos—.
A veces, el dolor surge cuando la persona se aleja temporalmente de las relaciones. Mientras está en compañía, todo parece estar bien, pero el sentimiento de soledad aflora cuando se queda a solas consigo misma.
La soledad en cifras
Según los datos del Observatorio estatal de la soledad (SoledadES, 2024) se estima que, en España, la soledad no deseada:
- afecta al 20 % de las personas y al 25,5 % de los jóvenes de entre 16 y 29 años;
- es más frecuente entre las mujeres jóvenes que entre los hombres de la misma edad;
- es mucho mayor en jóvenes con discapacidad (54,2 %), LGTBI u origen extranjero;
- representa un coste total de unos 13.141 millones de euros anuales, el 1,17 % del PIB.
A menudo, y es comprensible, una persona se encuentra sola después de un duelo, un divorcio, cuando se ha sufrido violencia, durante una enfermedad... En este caso, es importante trabajar en el análisis de las causas del sentimiento de soledad, antes de que se convierta en un trastorno que lleve a la persona a sentirse excluida. Son situaciones que, si no se tratan, pueden conducir a estados depresivos.
¿Cuántos tipos de soledad existen?
La soledad puede manifestarse de distintas formas y en ámbitos diversos, cada una con sus propias características y formas de abordarla. Un análisis reciente identificó cuatro subtipos de soledad: baja (52,8 %), social (8, 2%), emocional (26,6 %) y una combinación de soledad social y emocional (12,4 %) (Hyland et al., 2019).
Soledad existencial
La soledad existencial refleja la naturaleza más “filosófica” de nuestra existencia, haciendo énfasis en el viaje solitario que transitamos de la vida hacia la muerte. Aunque puede ser un catalizador para crecer como personas, también nos recuerda la importancia de vivir con un propósito y conectar con los demás en este viaje compartido que es la vida.
Soledad emocional
La soledad emocional surge de la carencia de conexiones íntimas y de la falta de apoyo emocional. Hacer frente a esta soledad implica cultivar relaciones interpersonales significativas y abrirse a la posibilidad de crear nuevos vínculos, reconociendo que la calidad de nuestras conexiones afecta de forma directa a nuestro bienestar psicológico.
Soledad social
Este tipo de soledad se relaciona con sentirse apartado de grupos sociales más amplios. Combatirla implica buscar la inclusión en nuevos círculos y comunidades, recordando que la pertenencia y la conexión son necesidades fundamentales para el bienestar psicológico.
Soledad protectiva y su función psicológica
La soledad protectiva es un concepto que ha adquirido relevancia en la psicología actual, ya que describe aquellos momentos en los que una persona decide aislarse temporalmente como una forma de cuidarse frente a situaciones de estrés, conflicto o sobrecarga emocional. Esta modalidad de soledad puede resultar adaptativa y saludable, ya que permite a la persona recuperar su equilibrio interno y procesar experiencias complejas.
De acuerdo con la psicóloga clínica y autora Sherry Turkle, la capacidad de pasar tiempo a solas puede fortalecer la autonomía emocional y la resiliencia, siempre que este aislamiento no se extienda demasiado ni se transforme en una situación de aislamiento crónico. Así, la soledad protectiva puede ofrecer un espacio seguro para la autorreflexión y el autocuidado, ayudando a prevenir el agotamiento emocional y a restaurar los recursos psicológicos necesarios para afrontar los retos del día a día.
Es fundamental distinguir entre la soledad protectiva, que es una elección y tiene un límite temporal, y la soledad no deseada, que puede tener consecuencias negativas para la salud mental si se mantiene durante un periodo prolongado, derivando en un aislamiento disfuncional.
Síntomas de un estado de soledad interior
Hay personas que viven en soledad y son felices. Estar en soledad para pensar o hacer lo que se quiera es una cosa; ahora bien, experimentar la sensación de sentirse solo o sentir una profunda soledad es otra.
Las consecuencias de la soledad no deseada incluyen experimentar aislamiento, una sensación de abandono e incomprensión, y muchas veces estos sentimientos de soledad van unidos a carencias emocionales que devienen en problemas psicológicos como ansiedad y depresión.
Además, se ha observado que las personas que experimentan soledad presentan una mayor probabilidad de padecer enfermedades crónicas autoinformadas (OR 1,41; IC 95 %: 1,30-1,54), colesterol alto (OR 1,31; IC 95 %: 1,18-1,45) y diabetes (OR 1,40; IC 95 %: 1,16-1,67) (Richard et al., 2017).
En algunos casos, esta soledad puede ser el motor de trastornos como el síndrome de Noé, una condición que provoca que la persona acumule de forma compulsiva animales, a veces en un intento de dejar de sentirse sola. Por eso, cuando se experimentan ciertos síntomas, ir al psicólogo puede ser de ayuda.
Entre los síntomas se encuentran algunos sociales, mentales y somáticos:
- Dificultad para sentir interés por crear vínculos.
- Inseguridad y sensación de incapacidad.
- Miedo al juicio de los demás.
- Percepción del vacío interior.
- Estrés y ansiedad.
- Desconcentración.
- Respuestas inflamatorias del cuerpo.
- Recaídas frecuentes en dolencias menores.
- Arritmias.
- Dificultad para dormir, insomnio
- Hipertensión.

Impacto de la soledad en la salud física y mental
La soledad crónica puede influir tanto en el bienestar emocional como en la salud física. Diversos estudios señalan que experimentar soledad durante un periodo prolongado se asocia con un mayor riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares, dificultades para dormir y cambios en el sistema inmunológico.
Asimismo, se ha encontrado que la soledad incrementa el riesgo de problemas de salud física como enfermedades cardiovasculares, hipertensión, accidente cerebrovascular, deterioro funcional y diabetes (Baarck & Kovacic, 2022). Desde una perspectiva psicológica, la soledad puede aumentar la vulnerabilidad a experimentar síntomas de depresión, ansiedad o dificultades cognitivas, especialmente en personas mayores.
Entre los procesos biológicos implicados, se ha observado que la soledad puede elevar los niveles de cortisol (la hormona relacionada con el estrés) y favorecer respuestas inflamatorias en el cuerpo. Estos procesos fisiológicos pueden contribuir a síntomas físicos como:
- fatiga,
- tensión muscular,
- bajo sistema inmunitario,
- mayor susceptibilidad a infecciones,
- dolor somático persistente.
Por este motivo, resulta importante prestar atención a los signos de soledad persistente y buscar estrategias de afrontamiento que ayuden a restablecer el equilibrio emocional y social.
Cómo combatir la soledad
Muchas personas se preguntan cómo afrontar la soledad, especialmente cuando no se cuenta con el apoyo inmediato de amigos o personas de confianza. Básicamente, combatir la soledad no deseada comienza con reconocer su presencia y entender que, aunque pueda sentirse abrumadora, hay algunas estrategias efectivas para gestionarla.
Uno de los consejos para combatir la soledad más útiles es abrazar actividades que fomenten la conexión con otras personas; por ejemplo, hacer ejercicio físico, participar en actividades de voluntariado o apuntarse a formaciones grupales puede ser un buen primer movimiento para establecer nuevos lazos.
Saber cómo lidiar con la soledad implica también la importancia de construir relaciones significativas, incluso en un contexto no presencial. Internet ha hecho posible que conectar con otros a través de intereses compartidos sea más accesible que nunca. Por ejemplo, explorar comunidades online con aficiones similares o unirse a foros o grupos de discusión puede ser también un paso valioso para superar la soledad.
Con todo, hay que tener en cuenta que superar la soledad no deseada, dejar de sentir ese vacío y desconexión existencial, no es un proceso que se logre de la noche a la mañana. Requiere paciencia, esfuerzo consciente y, a veces, el apoyo de profesionales de la salud mental, como veremos a continuación.
Estrategias psicológicas respaldadas por evidencia para afrontar la soledad
Abordar la soledad desde la psicología implica emplear estrategias respaldadas por la investigación científica, siempre adaptadas a las necesidades de cada persona. Entre las intervenciones que han mostrado mayor utilidad se encuentran:
- Reestructuración cognitiva: trabajar junto a un profesional para identificar y modificar pensamientos negativos o distorsionados sobre uno mismo y las relaciones sociales puede ayudar a reducir el sentimiento de aislamiento. Esta técnica suele ser fundamental en la terapia cognitivo-conductual.
- Entrenamiento en habilidades sociales: aprender y practicar habilidades de comunicación, asertividad y empatía facilita la creación y el mantenimiento de vínculos significativos, especialmente en personas que pueden experimentar dificultades para relacionarse.
- Fomentar la autocompasión: desarrollar una actitud amable y comprensiva hacia uno mismo puede disminuir la autocrítica y el sentimiento de vergüenza que a veces acompaña a la soledad.
- Participación en actividades grupales: involucrarse en actividades que favorecen la interacción social, como talleres, grupos de apoyo o voluntariado, puede aumentar el sentido de pertenencia y contribuir a reducir la percepción de soledad.
- Mindfulness y meditación: practicar la atención plena permite tomar conciencia de los propios pensamientos y emociones sin juzgarlos, lo que puede aliviar el malestar relacionado con la soledad y favorecer una mejor regulación emocional.
Estas estrategias, cuando se aplican de manera constante y con el acompañamiento adecuado, pueden contribuir de forma significativa a mejorar la calidad de vida y el bienestar psicológico de las personas que atraviesan momentos de soledad. De hecho, se ha demostrado que las intervenciones psicológicas reducen significativamente la soledad en comparación con los grupos de control, presentando un tamaño de efecto pequeño a mediano (g = 0.43) (Hickin et al., 2021).
Cuándo pedir ayuda
Hay personas que se esfuerzan por aprender a vivir en soledad y encontrar paz y satisfacción en su propia compañía. Muchas veces, aprender a vivir con la soledad, convivir con ella en vez de luchar contra su presencia, puede ser un proceso útil y valioso.
Sin embargo, no todas las personas experimentan una soledad deseada y, cuando esta se vuelve insoportable, cuando se experimenta una sensación constante de sufrimiento que no permite vivir plenamente la vida cotidiana, entonces es recomendable pedir ayuda, ya que en este estado es fácil caer en un estado depresivo que solo puede empeorar con el tiempo.
Un psicólogo ayuda a analizar el origen del trastorno y a procesar las experiencias emocionales que lo provocan, así como a ayudarte a realizar algunas reflexiones sobre la soledad, como por qué ocurre, qué emociones provoca, qué sentido puede tener en tu vida, etc. El objetivo de la terapia es fomentar la confianza de la persona en sí misma, su autoestima y, por último, en las relaciones interpersonales. Trabajar la soledad en terapia puede llevar tiempo, pero los resultados pueden llegar a ser muy satisfactorios.
La soledad, al igual que quienes se han habituado a vivir en el pasado, puede convertirse en una condición permanente, un espacio confortable en el que la persona se acostumbre a vivir y, día tras día, se haga más complejo salir de él. Es un círculo vicioso que solo crea más sufrimiento, incluso si, después de un tiempo, la persona que lo sufre se convence de que está bien como está.
Por lo tanto, para afrontar la soledad, es importante ganar confianza en nosotros mismos y en los demás, abrirnos y superar el miedo a relacionarnos. Solo así se puede salir del estado de soledad interior y reconstruir el sentido de pertenencia al mundo.
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