La relación entre ansiedad y tensión alta es un tema de creciente interés. La ansiedad puede provocar cambios de presión e influir tanto en quiénes sufren de hipertensión como en quiénes experimentan episodios de hipotensión. Pero, ¿pueden el estrés y la ansiedad provocar hipertensión crónica? ¿La tensión arterial alta puede ser emocional? Lo descubrimos juntos en este artículo.
Ansiedad y tensión alta: ¿existe una conexión?
¿La ansiedad sube la tensión?
La ansiedad influye en la presión arterial principalmente mediante la activación del sistema nervioso autónomo y, en concreto, de su componente simpático. Esta activación es una respuesta evolutiva al estrés, conocida como respuesta de lucha-huida (fight-or-flight response), que prepara al organismo para afrontar una amenaza aumentando la frecuencia cardíaca, la presión arterial y la liberación de hormonas del estrés como la adrenalina y el cortisol (Hamam et al., 2020).
Según la revisión bibliográfica de Lim y sus colegas (2021), cuando el sistema nervioso simpático permanece activo durante demasiado tiempo, puede provocar un aumento constante de la tensión arterial. El cuerpo se acostumbra a este estado de alerta constante, que con el tiempo puede dañar el corazón y los vasos sanguíneos. Esto aumenta el riesgo de agrandar el corazón, empeorar el funcionamiento de los vasos sanguíneos y aumentar la rigidez de las arterias.
Hamam et al. (2020) demostraron que los pacientes con trastornos de ansiedad y depresión a menudo tienen mayor dificultad para mantener el control de la presión arterial, lo que aumenta el riesgo de complicaciones cardiovasculares.
La tensión alta por ansiedad no es un fenómeno aislado, sino que puede integrarse dentro de un cuadro más complejo de disfunciones homeostáticas. Según el concepto de milieu intérieur (ambiente interno) de Claude Bernard, nuestro organismo intenta constantemente mantener un equilibrio interno estable, a pesar de las variaciones del ambiente externo (Richter, 1978). Sin embargo, cuando el estrés se vuelve crónico, este equilibrio se puede ver comprometido y conducir a un estado de activación constante que, con el tiempo, se traduce en un incremento estable de la presión arterial.
Además, la conversión psíquica y somática del estrés desempeña un papel importante en el desarrollo de trastornos cardiovasculares. Rees (1959) describió cómo los acontecimientos estresantes pueden desencadenar tensiones que se manifiestan mediante síntomas psicológicos o físicos, entre los que se encuentra la hipertensión. En cambio, Alexander (1939) teorizó la existencia de la personalidad hipertensa, que se caracteriza por una predisposición a la ansiedad, a la represión emocional y a un excesivo sentido de la responsabilidad, elementos que podrían favorecer una tensión arterial crónicamente alta.
Cómo aumentan la tensión el cortisol y la adrenalina
Durante los episodios de ansiedad, el cuerpo libera cortisol y adrenalina, dos hormonas clave en la respuesta al estrés. El cortisol, producido por las glándulas suprarrenales, aumenta la presión arterial y estimula la retención de sodio y agua en los riñones, mientras que la adrenalina provoca una vasoconstricción periférica y un aumento de la frecuencia cardíaca (Di Palo & Barone, 2020). Estos efectos combinados determinan un aumento agudo de la presión, que en condiciones normales se resuelve una vez que el estado de ansiedad se atenúa.
Sin embargo, si el estrés se vuelve crónico, la liberación continua de cortisol puede conducir a una desregulación de la homeostasis de la presión y a una predisposición a la hipertensión crónica (Richter, 1978). Además, el estrés crónico está relacionado con una reducción de la variabilidad de la frecuencia cardíaca, un indicador de una reducida capacidad de adaptación del sistema cardiovascular a los estímulos externos (Verma et al., 2021).
¿La ansiedad puede provocar hipertensión crónica?
Existe una diferencia fundamental entre un aumento momentáneo de la tensión debido a un estado de ansia agudo y el desarrollo de una verdadera hipertensión crónica. La hipertensión de episodio o episódica, que se caracteriza por los cambios de presión transitorios, es común en personas que padecen de ansiedad, pero tiende a resolverse cuando se elimina el factor desencadenante. Por el contrario, una hipertensión crónica se desarrolla cuando el sistema cardiovascular permanece constantemente hiperactivo, lo cual conduce a daños estructurales en las arterias y el corazón (Alexander, 1939).
Los riesgos a largo plazo de la hipertensión crónica implican una mayor probabilidad de episodios cardiovasculares como infarto de miocardio e ictus, insuficiencia cardiaca y daño renal (Di Palo & Barone, 2020). Por eso, la gestión de la ansiedad es esencial para prevenir las enfermedades cardiovasculares, mediante técnicas de relajación, psicoterapia (como la terapia cognitivo-conductual) y cambios en el estilo de vida.
¿Cuándo es peligrosa la tensión alta por ansiedad?
No todos los episodios de tensión alta relacionados con la ansiedad son un motivo de preocupación inmediata, pero existen algunas señales que indican la necesidad de consultar a un médico. Si el aumento de la tensión es persistente y va acompañado de síntomas como un fuerte dolor en el pecho, dificultad para respirar, desmayos o visión borrosa, es fundamental realizar un control médico para descartar otras patologías más graves.
Un estudio de Verma et al. (2021) sugiere que los pacientes con episodios de hipertensión por estrés frecuentes deben monitorizar de forma periódica la tensión arterial y adoptar estrategias para gestionar el estrés y tranquilizar los nervios para evitar que la afección se vuelva crónica. Asimismo, si la presión arterial sigue siendo alta incluso en ausencia de ansiedad, puede que sea necesario realizar una evaluación médica más profunda para identificar otras posibles causas subyacentes.

Síntomas de la tensión alta relacionada con la ansiedad y el nerviosismo
La ansiedad y el estrés no se manifiestan solo a nivel psicológico, sino que también pueden tener un impacto significativo en el cuerpo. En concreto, la tensión alta por nervios y ansiedad se puede presentar con síntomas que a menudo se confunden con otras patologías médicas, lo que hace que resulte más difícil identificar cuál es la causa principal.
Las personas que sufren de este tipo de hipertensión a menudo afirman experimentar episodios en los que advierten un aumento repentino de la presión arterial que va acompañado de una sensación de malestar físico y mental. Estos episodios pueden ser desencadenados por situaciones estresantes, preocupaciones persistentes o acontecimientos traumáticos.
Algunas de las señales más comunes de tensión alta por ansiedad son:
- Sensación de tambaleo e inestabilidad, a menudo asociado a una sensación de pérdida de control.
- Ritmo cardíaco acelerado o irregular (palpitaciones), que puede crear la sensación de un ataque de pánico inminente.
- Vértigo y sensación de que se va la cabeza, lo cual puede aumentar el miedo y la tensión.
- Dolor de cabeza, sobre todo en la zona occipital, relacionado con la tensión muscular acumulada.
- Opresión torácica y problemas respiratorios, relacionados con el dolor en el pecho por ansiedad, que se pueden confundir con síntomas de problemas cardíacos.
- Aumento de la sudoración y escalofríos, a menudo desencadenados por la sobreproducción de adrenalina.
Según Verma et al. (2021), estos síntomas son el resultado de una hiperactivación del sistema nervioso simpático y de una respuesta excesiva a los estresores ambientales. La tensión alta por ansiedad se distingue de la hipertensión crónica porque los valores de presión tienden a normalizarse una vez que el estado de ansiedad se atenúa. Sin embargo, cuando estos episodios se repiten pueden tener un impacto en la salud cardiovascular a largo plazo. Por lo tanto, es fundamental reconocer y gestionar adecuadamente estas señales para prevenir complicaciones futuras.
Cómo saber si la ansiedad es la causa de la tensión alta
Distinguir si un aumento de la presión arterial se debe a la ansiedad o a una patología médica subyacente es esencial para adoptar las estrategias de gestión apropiadas.
Por lo general, la tensión alta por ansiedad tiende a ocurrir en momentos de estrés o gran preocupación. Un aspecto clave para reconocerla es la variabilidad de los valores de presión: durante un episodio de ansiedad, la presión arterial puede aumentar rápidamente, pero suele volver a la normalidad cuando la persona se relaja o el estrés se reduce.
Otra señal a tener en cuenta es la presencia de otros síntomas relacionados con la ansiedad como tensión muscular, sudoración, escalofríos, agitación y sensación de peligro inminente. Estos síntomas no son típicos de la hipertensión crónica, pero sí están estrechamente relacionados con la respuesta ansiosa.
Asimismo, la ausencia de otros factores de riesgo cardiovascular, como obesidad, diabetes o antecedentes familiares de hipertensión, puede hacer sospechar que el aumento de la tensión esté relacionado con una reacción emocional más que con una patología orgánica.
Un método útil para diferenciar la hipertensión de la ansiedad de una patología más seria es monitorizar la presión arterial en diferentes momentos del día. Si los valores son elevados únicamente en situaciones de estrés, pero vuelven a los límites normales en reposo o durante la noche, es probable que la ansiedad sea el principal factor desencadenante.
En cualquier caso, si los episodios de hipertensión se repiten con frecuencia o si la tensión arterial se mantiene constantemente alta, es importante consultar al médico para descartar causas subyacentes, recibir una valoración más profunda y orientarse hacia un tratamiento psicológico o combinado cuando se excluyen los componentes orgánicos de la hipertensión arterial.

Cómo bajar la tensión alta por ansiedad
Gestionar la ansiedad es la clave para reducir los episodios de tensión alta relacionados con el estrés, ya que intervenir exclusivamente en los síntomas de la presión sin afrontar las causas principales no resuelve el problema a largo plazo. La terapia más eficaz prevé un enfoque multidisciplinar que combina intervenciones psicológicas, cambios en el estilo de vida y técnicas de relajación.
Una de las herramientas más eficaces es la psicoterapia, y en particular la terapia cognitivo-conductual, que ayuda a reconocer y modificar los pensamientos negativos y las reacciones automáticas que alimentan la ansiedad (Hamam et al., 2020). Un profesional como un psicólogo o psicóloga online puede enseñar estrategias prácticas para gestionar el estrés y reducir así la incidencia de episodios de hipertensión.
Asimismo, las técnicas de relajación desempeñan un papel esencial en la regulación de la tensión arterial. La respiración diafragmática y la meditación mindfulness han demostrado reducir la activación del sistema nervioso simpático y bajar los niveles de cortisol, lo cual mejora la respuesta del cuerpo al estrés (Di Palo & Barone, 2020). Integrar prácticas como el yoga o el entrenamiento autógeno en las rutinas diarias también puede ayudar a estabilizar los valores de la presión y a reducir la sensibilidad a los estresores externos.
Desde el punto de vista del estilo de vida, la actividad física regular es una de las estrategias más eficaces para gestionar la ansiedad y bajar la tensión alta. Algunos estudios han demostrado que los ejercicios aeróbicos como caminar, nadar o ir en bicicleta mejoran la capacidad del sistema cardiovascular para adaptarse a los estímulos y reducen la producción de las hormonas del estrés (Lim et al., 2021).
Además, una dieta equilibrada, baja en cafeína, alcohol y azúcares refinados, puede prevenir los picos de tensión y mejorar la regulación emocional. Adoptar un estilo de vida más sano y aprender a gestionar el estrés de forma eficaz es esencial para reducir los episodios de hipertensión por ansiedad y mejorar el bienestar general. Afrontar las causas de la ansiedad, en lugar de concentrarse solo en la presión arterial, es clave para obtener beneficios duraderos y prevenir futuros problemas cardiovasculares.
La importancia de gestionar la ansiedad y la tensión emocional
La gestión de la ansiedad es un elemento esencial para la prevención de la hipertensión y de las patologías cardiovasculares. De hecho, el estrés crónico no solo altera el sistema nervioso autónomo, sino que también contribuye a los cambios fisiológicos que pueden perjudicar a largo plazo la salud del corazón y los vasos sanguíneos. Intervenir a tiempo con estrategias específicas para la gestión del estrés puede reducir el riesgo de desarrollar hipertensión crónica y mejorar el bienestar general.
Como hemos sugerido anteriormente, adoptar técnicas de relajación, practicar actividad física con regularidad y seguir una dieta equilibrada son pasos fundamentales para mantener la presión arterial bajo control. Además, el apoyo de la psicoterapia y el acompañamiento de un profesional como uno de los psicólogos de Unobravo también ha demostrado ser eficaz para gestionar la ansiedad y sus efectos en el sistema cardiovascular. Por lo tanto, es importante sensibilizar a la población sobre la importancia de reconocer los síntomas de la tensión alta por ansiedad y adoptar estrategias de prevención adecuadas.
Por último, monitorizar periódicamente la presión arterial y consultar a un médico en caso de tener dudas permite distinguir entre los aumentos de presión transitorios relacionados con el estrés y las patologías de hipertensión persistente que necesitan un tratamiento específico, médico o multidisciplinar integrado. La concienciación y la prevención siguen siendo las mejores armas para proteger la salud cardiovascular y mejorar la calidad de vida.