Hablar de maltrato psicológico, o violencia psicológica, es adentrarse en un territorio delicado y a menudo sumergido. A diferencia de la violencia o el maltrato físico, no deja moratones visibles, pero sí heridas emocionales igualmente profundas. Se trata de una forma de violencia doméstica que puede colarse en cualquier relación y manifestarse a través de un conjunto de comportamientos y actitudes que pretenden controlar, menospreciar y aislar al otro.
Aunque este artículo se centra específicamente en la experiencia femenina dentro de la pareja, es importante recordar que la violencia psicológica no tiene género. En estas líneas, intentaremos entender juntos qué es el maltrato psicológico, cómo reconocer sus señales y qué pasos podemos dar para buscar ayuda y recuperar el bienestar.
¿Qué es el maltrato psicológico?
Cuando se habla de violencia doméstica, a menudo se hace hincapié en el maltrato físico, lo evidente e innegable. Sin embargo, existe un iceberg sumergido, mucho más grande e insidioso: el de las agresiones psicológicas. A nivel social y a veces incluso legal, todavía no se da la debida importancia a esta forma de maltrato, lo que deja a las víctimas en un limbo de sufrimiento no reconocido.
El maltrato psicológico se manifiesta como una forma de violencia emocional y verbal que no deja marcas en el cuerpo, pero sí cicatrices en el alma. Se compone de palabras, silencios, miradas y comportamientos que erosionan la autoestima día tras día. Precisamente por ser tan sutil, puede resultar difícil de identificar. Un ejemplo bien conocido de esta dinámica es el gaslighting, una manipulación mental grave que figura entre las diferentes formas de violencia psicológica.
Las consecuencias de la violencia psicológica pueden ser devastadoras. Quienes la sufren pueden manifestar un profundo malestar que se expresa a través de diferentes síntomas, como:
- trastornos psicosomáticos, en los que el cuerpo expresa un dolor que la mente lucha por procesar;
- estados de ansiedad,
- ataques de pánico.
En los casos más graves, la exposición prolongada a los malos tratos puede incluso dar lugar al desarrollo de un trastorno de estrés postraumático (TEPT).
¿En qué relaciones se desarrolla la violencia psicológica?
Según la psiquiatra y psicoanalista Sandra Filippini, que cuenta con una amplia experiencia de trabajo en Centros Antiviolencia, el maltrato psicológico puede desarrollarse especialmente en relaciones tóxicas, caracterizadas por una fuerte distorsión de la realidad por parte del agresor.
Al principio de una relación, puede ser muy difícil reconocer estos signos. El maltrato psicológico se infiltra lentamente, de forma sinuosa, a menudo disfrazado de gestos de afecto o preocupación. Por eso, durante mucho tiempo, la persona que lo sufre puede no tener una percepción clara de lo que está ocurriendo y puede sentirse confusa, desorientada y, en algunos casos, incluso culpable.
Este sentimiento de desconcierto se hace más claro si se examina más de cerca el mecanismo del gaslighting, mencionado anteriormente. Se trata de un comportamiento manipulador que lleva a la víctima a dudar constantemente de sí misma, de sus percepciones y de sus recuerdos. El objetivo es que se cuestione:
- a sí misma,
- a los suyos,
- sus propias ideas y percepciones;
lo que genera confusión y, en los casos más extremos, la sensación de estar volviéndose loco/a.

¿Cuáles son las características de quienes ejercen violencia psicológica?
Aunque no existe un perfil único, los comportamientos propios de quienes ejercen un maltrato psicológico sobre su pareja a veces puede estar relacionado con rasgos específicos de la personalidad. En algunos casos, estos rasgos pueden asociarse a un trastorno de la personalidad, como el narcisismo. Como describe el psiquiatra y psicoanalista Vittorio Lingiardi en su libro Archipiélago N. Variaciones sobre el narcisismo, existen muchos matices de este funcionamiento.
Según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5), el trastorno narcisista de la personalidad se caracteriza por:
- grandiosidad,
- necesidad de admiración,
- capacidad empática reducida.
Una persona con estas características puede percibir a los demás no como individuos con sus propias necesidades y sentimientos, sino como objetos que se utilizan para confirmar su propia grandiosidad y sostener una autoestima frágil. En el amor, las personas con este tipo de funcionamiento pueden parecer incapaces de amar y de construir una relación basada en la reciprocidad, y acabar por adoptar modos relacionales manipuladores.
Teniendo esto en cuenta, resulta más fácil comprender cómo cualquiera puede sentirse fascinado por parejas aparentemente brillantes y carismáticas, y acabar en lo que se conoce como una relación tóxica, en la que la violencia psicológica puede convertirse en la norma.
¿Cómo reconocer las señales del maltrato psicológico?
A menudo se tiende a pensar que, si no hay moratones o agresiones físicas, no se trata de verdadera violencia en la relación. Esta creencia es peligrosa, porque puede impedirnos ver la realidad. Aprender a reconocer los signos del maltrato psicológico es el primer paso, así como un paso fundamental, para tomar conciencia y encontrar la fuerza para pedir ayuda.
Marie-France Hirigoyen, psiquiatra y psicoanalista experta en victimología, describe muy claramente las diferentes actitudes violentas o desvalorizadoras que adopta el agresor hacia su pareja: veámoslas más de cerca.
El control
El control es una de las formas más generalizadas de violencia psicológica. No se trata de una mera solicitud, sino del intento de dominar todos los aspectos de la vida de la pareja:
- lo que viste,
- con quién sale,
- cómo gasta su dinero.
En algunos casos, puede llegar a controlar las horas de sueño, los horarios de las comidas e incluso los pensamientos. A menudo, este control se extiende también a las ambiciones personales, lo que impide que la persona siga una carrera o prosiga sus estudios y acabe por limitar su autonomía.

El aislamiento
El aislamiento es una estrategia sinuosa que pretende convertir a la pareja en el único punto de referencia. Con excusas aparentemente inofensivas, la persona que ejerce el maltrato puede distanciar progresivamente a la víctima de su red de apoyo: familia, amigos, colegas. El objetivo es negarle el derecho a tener una vida social autónoma y hacer que sea cada vez más dependiente y vulnerable. Poco a poco, el mundo se reduce hasta coincidir únicamente con la relación.
Los celos patológicos
Los celos, cuando se vuelven patológicos, se convierten en un poderoso instrumento de maltrato. No tienen nada que ver con el amor, sino que son una manifestación de posesividad y profunda inseguridad. Quienes los exteriorizan, a menudo debido a una baja autoestima, no se basan en hechos sino en sospechas infundadas. Esto da lugar a una serie de comportamientos opresivos, como:
- exigir a la pareja una presencia continua y exclusiva,
- albergar sospechas constantes hacia la pareja,
- reprocharle o atribuirle falsas intenciones,
- buscar pruebas para justificar sus celos y arrancar confesiones.
Los celos patológicos también pueden estar relacionados con acontecimientos del pasado emocional de la pareja víctima de estos comportamientos, sobre los que no tiene ningún control. En el ámbito clínico, este trastorno se ha denominado a veces "paranoia conyugal".
La humillación y las críticas denigrantes
La humillación y la crítica constante son formas de violencia verbal que pretenden destruir la identidad de una persona. Quienes sufren estos ataques son tratados como una válvula de escape, un blanco en el que verter la ira y la frustración. Mediante el insulto, la degradación y la denigración sistemática, se niega su valor como individuo, lo que lleva a la persona a convencerse a sí misma de que no merece amor ni respeto.
A veces, estas humillaciones pueden tener un contenido sexual, lo que amplifica el sentimiento de vergüenza y dificulta aún más que la persona que lo sufre hable de ello y busque ayuda. Estos ataques directos suelen ir acompañados de comportamientos más sutiles pero igualmente dañinos, como:
- actitudes sarcásticas,
- palabras insultantes,
- discursos despectivos,
- comentarios desagradables;
siempre con el objetivo de destruir la autoestima y la dignidad de la persona.

La intimidación y las amenazas
La intimidación no siempre llega a través de las palabras. Gestos como dar un portazo, romper un objeto, conducir de forma temeraria o acosar a una mascota son actos destinados a demostrar fuerza e infundir terror. Son mensajes no verbales que comunican peligro. A estas intimidaciones, la persona que ejerce el maltrato puede añadir amenazas explícitas para mantener el control, como chantajear con:
- quitar el acceso a sus hijos (que suelen ser víctimas secundarias al presenciar la violencia),
- utilizar la violencia física,
- impedir el acceso a recursos económicos,
- hacer daño a sus seres queridos,
- realizar gestos autolesivos o suicidas.
Este último chantaje es extremadamente grave, ya que puede suscitar en la persona que recibe el maltrato profundos sentimientos de culpabilidad difíciles de contener.
La indiferencia ante las demandas emocionales
Cuando se trata a una persona como un objeto, se ignoran sistemáticamente sus necesidades y sentimientos. Esta forma de violencia emocional se manifiesta con una profunda indiferencia hacia el estado físico y psicológico de la pareja. La persona que ejerce el maltrato puede mostrar indiferencia y exigir, por ejemplo:
- que se mantenga una relación íntima tras una discusión violenta,
- que el otro se ocupe de las tareas domésticas aunque se encuentre mal,
- que no le acompañe al hospital, aunque sea necesario.
La tergiversación del lenguaje
Una táctica manipuladora habitual consiste en tergiversar la comunicación. Por ejemplo, durante una discusión, la persona que ejerce el maltrato puede mantener un tono de voz tranquilo y neutro para provocar una reacción exasperada en su pareja y acusarle más tarde de "histérico" o "exagerado".
Los mensajes pueden ser deliberadamente vagos y ambiguos, lo que deja a la otra persona en un estado de confusión perpetua y le lleva a preguntarse constantemente si ha hecho algo mal y a sentir un sentimiento de culpa hacia la pareja.

¿A quién pedir ayuda en caso de violencia psicológica?
Si te reconoces en algunas de las situaciones descritas, recuerda que no estás solo/a y que pedir ayuda es un acto de valentía.
Si sufres violencia psicológica, puedes contactar con el teléfono gratuito de información y asesoramiento jurídico 016. Es un servicio público puesto en marcha por la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género, funciona las 24 horas del día y está atendido por profesionales especializados en esta materia. También puedes comunicarte por WhatsApp (600 000 016) y por correo electrónico escribiendo a 016-online@igualdad.gob.es
Asimismo, un proceso terapéutico puede ser esencial para procesar la experiencia, reconstruir la autoestima y redescubrir nuestros propios recursos. Si sientes la necesidad de un espacio solo para ti, puedes consultar a una psicóloga o psicólogo online con experiencia en casos de violencia. En Unobravo, puedes encontrar un profesional dispuesto a escucharte en un entorno seguro, empático y sin prejuicios.