A menudo se habla de los efectos negativos del patriarcado sobre las mujeres, deteniéndonos en cómo la sociedad machista en la que vivimos ha creado estereotipos y prejuicios perjudiciales para ellas. A este respecto, también nos gustaría arrojar luz sobre las consecuencias negativas que los estereotipos y los roles de género tienen en la vida de los propios hombres y, en concreto, sobre el tema de la masculinidad tóxica.
Por ejemplo, todavía existe una ideología tradicional que asocia la virilidad y la masculinidad con la idea de que los hombres no pueden mostrar sus emociones para no estropear su imagen de “tipo duro”. Esta visión del "hombre de verdad" conduce a una concepción tóxica de la masculinidad, que a largo plazo es perjudicial tanto para la salud mental de los hombres como para la sociedad en la que viven.
¿Qué es la masculinidad tóxica?
La definición de masculinidad tóxica ha evolucionado con el tiempo. El término fue utilizado por primera vez por el psicólogo Shepherd Bliss en la década de 1980. Un estudio publicado en el Journal of School of Psychology explica el significado de la masculinidad tóxica de la siguiente manera:
“El conjunto de rasgos [masculinos] socialmente regresivos que sirven para favorecer el dominio, la desvalorización de las mujeres, la homofobia y la violencia sin sentido”.
Algunos investigadores coinciden en que la masculinidad tóxica tiene tres características principales:
- Dureza: los hombres deben ser físicamente fuertes, emocionalmente insensibles y agresivos en lo que se refiere al comportamiento.
- Anti-feminidad: los hombres deben rechazar todo lo que se considere femenino, como mostrar emociones o aceptar ayuda.
- Poder: los hombres deben trabajar para ganar poder y estatus (social y financiero) para poder tener el respeto de los demás.
Según los valores masculinos tóxicos tradicionales, un hombre que no adopte estos rasgos no es un "hombre de verdad".

¿De dónde viene la masculinidad tóxica?
En la construcción tradicional de la masculinidad hay muchos estereotipos que pueden llevar a los hombres a desarrollar comportamientos tóxicos. El significado de la masculinidad está estrechamente relacionado con la fuerza, definida como la "capacidad de soportar problemas y adversidades".
Los niños y adolescentes crecen sintiéndose obligados a ser fuertes, por lo que cuando se enfrentan a problemas y adversidades no dan rienda suelta a sus emociones. Se les suele enseñar "juegos de chicos" y acostumbrar a ser hombrecitos fuertes que tienen que ser los "hombres de la casa" o proteger a sus hermanas. Los que adoptan actitudes contrarias a estos estereotipos de género se convierten inevitablemente en la oveja negra de la familia.
Frases como "los hombres de verdad no lloran" o "no seas nenaza" pueden afectar gravemente a la salud mental de los hombres y, sin duda, de quienes les rodean. Esto puede hacer que los hombres que crecen en una sociedad patriarcal se identifiquen con la capacidad de dominar y crean que ejercer su poder sobre las mujeres no es una libertad, sino un derecho. Estas convicciones pueden desembocar a la larga en una espiral de violencia en la pareja.
El rechazo de todo lo que se considera femenino, y por tanto débil, también puede ser la causa de comportamientos e ideales misóginos y homófobos. La masculinidad tóxica no solo ve a las mujeres como inferiores, sino que también repudia a todos aquellos hombres que no encajan en los clichés de la masculinidad y a los que a menudo les puede incluso costar aceptar su homosexualidad.
¿Te suena la historia del chico que los compañeros de clase marginan porque prefiere las "cosas de chicas" al fútbol? Ese es un ejemplo de masculinidad tóxica entre tantos otros.

El hombre que nunca tiene que preguntar: historia de un falso mito
Muchos recuerdan el anuncio de los años 90 de una famosa fragancia masculina en el que se veía a una mujer lanzándose con bastante vehemencia sobre el varón de turno. Ese es otro ejemplo de cómo la imagen del hombre está ligada a ese concepto tóxico de masculinidad según el cual un hombre de verdad se reconoce por el hecho de que no tiene que pedir nada.
Más o menos del mismo modo que la persona narcisista que tiene una idea grandiosa de sí misma y se alimenta de la necesidad constante de ser admirado, el hombre que abraza la cultura de la masculinidad tóxica se alimenta de su "fuerza" y "seguridad".
Otro anuncio de una conocida marca de maquinillas de afeitar en 2019 cambió el argumento clásico de este tipo de anuncios, dando una visión inédita de tema "lo mejor de un hombre", combatiendo los estereotipos sexistas y mostrando otros comportamientos masculinos como un padre que anima a su hija a adquirir confianza y fuerza o un hombre que impide que otro acose sexualmente a una mujer.
En el caso del anuncio de Gillette, es interesante hablar de la reacción al anuncio. Muchos hombres, al sentirse incriminados por el vídeo, argumentaron que la empresa estaba acusando a todos los hombres de ser agresivos, violentos o irrespetuosos con las mujeres, a pesar de que la intención del anuncio era exactamente la contraria; es decir, invitar a quienes confían en su masculinidad positiva a animar a los demás a comportarse mejor.
¿Por qué se percibió el anuncio como una acusación? Quizá porque mostraba de forma negativa una forma de ser hombre que estamos acostumbrados a ver como la única forma posible.
La masculinidad tóxica en psicología
En psicología, se habla de masculinidad tóxica para hacer referencia al conjunto de comportamientos y actitudes nocivas asociadas a los hombres, que suelen verse como signos de virilidad o de ser un “hombre de verdad” y que en las relaciones familiares pueden tener como consecuencia problemas como los daddy issues.
¿Cómo debe ser un hombre de verdad según el concepto de masculinidad tóxica? Un hombre de verdad no llora, no necesita ayuda, sabe cómo hacer que sus amigos y su pareja le respeten. No seguir un determinado código de comportamiento pone en entredicho la virilidad y la imagen masculina que da de sí mismo a los demás.

Cómo influye la masculinidad tóxica en uno mismo y en los demás
Los efectos sobre la salud mental
Educar con el imperativo “tienes que ser fuerte” impulsa a muchos hombres a encerrarse en sí mismos y a no compartir nunca lo que sienten. Ser “sensible” no es típicamente femenino, sentir emociones es humano, y ocultar nuestros sentimientos no basta para hacerlos desaparecer.
Asimismo, como no es "de hombres" pedir ayuda, muchos viven sus problemas psicológicos en silencio, lo que puede llegar a desembocar en problemas como la depresión e incluso el suicidio, una de las principales causas de muerte entre los hombres de todo el mundo.
Los efectos en las relaciones con los demás
El muro que algunos hombres construyen en torno a sus sentimientos pueden envenenar las relaciones con los demás y las relaciones románticas. A falta de reciprocidad en las expresiones de afecto, muchas relaciones pueden desembocar en una relación tóxica o acabar enfriándose, ya que uno de los miembros de la pareja puede llegar a creer que la otra persona no siente lo mismo.
Algo parecido ocurre con las relaciones familiares y de amistad. Desde padres que nunca supieron expresar el amor que sentían por sus hijos, porque nadie les había dado las claves para expresar sus emociones, hasta amigos que pierden el contacto porque son incapaces de demostrar lo que esa amistad significaba para ellos, la masculinidad tóxica puede conducir a la soledad de muchos.
El impacto en la sexualidad
La masculinidad tóxica está estrechamente relacionada con el culto al falo. Se trata de la creencia generalizada de que el poder del hombre se manifiesta en su capacidad reproductiva y, por lo tanto, los hombres no deben refrenar sus impulsos sexuales. Esto plantea un problema que se divide en dos aspectos muy diferentes:
- Los hombres se ven impulsados a mantener una vida sexual activa en todo momento, a vivir en torno a su sexualidad y a expresarla abiertamente. Las elevadas expectativas sobre la actividad sexual de los hombres pueden llevar a muchos de ellos a desarrollar problemas como la disfunción eréctil.
- Algunos hombres crecen creyendo que el sexo es un deseo que las mujeres tienen la obligación de satisfacer. Ver a las mujeres más como un objeto de deseo que como personas puede llevar a no respetar su consentimiento sexual y a multitud de problemas como: el catcalling, el acoso sexual, la violación e incluso, en muchos casos, la violencia de género.

Prevenir la masculinidad tóxica
¿Es posible deshacerse del concepto de masculinidad tóxica? En 2025, la respuesta debería ser obvia: la masculinidad no es tóxica por naturaleza. Lo que es tóxico es la cultura dominante de la masculinidad: el rígido conjunto de expectativas, percepciones y definiciones del comportamiento considerado como "viril".
Afortunadamente, en las últimas décadas se han dado enormes pasos en este sentido. Del hombre encarnado por Brad Pitt en El club de la lucha a Harry Styles, entre muchos otros: los modelos masculinos están cambiando, las características del hombre masculino se están deconstruyendo, el hombre que en El club de la lucha era duro y poco sentimental está dando paso a un nuevo modelo.
Pasando del hombre que nunca tiene que pedir nada, a un hombre que viste como le place, que no tiene miedo de llevar ropa femenina y maquillarse. Un hombre que da rienda suelta a sus emociones hacia una nueva masculinidad: cariñosa, abierta, empática, igualitaria y no violenta.
Tratar de replicar modelos culturales que proponen divisiones rígidas de categorías humanas específicas, y de las que derivan la homofobia y la misoginia, es un error porque la realización de nosotros mismos siempre ocurre a través de un proceso de mediación y de interpretación. En este proceso, ya no hay lugar para los prejuicios.
Dejar atrás la masculinidad tóxica empieza por redefinir lo que significa ser un hombre. Cada persona debe aspirar a encontrar una definición sana de su individualidad y trabajar para conseguirla.
Para prevenir la masculinidad tóxica hay algunas cosas que todos podemos hacer: desde empezar a hablar de los sentimientos de los hombres con naturalidad, hasta dejar de normalizar la violencia y educar a niños y niñas de la misma manera, enseñándoles a cuidar de sí mismos y de los demás.