Durante la estación invernal, la luz solar reduce significativamente las horas de irradiación, aumentando a su vez las horas de exposición a la oscuridad. Este cambio constituye uno de los elementos significativos del trastorno afectivo estacional.
Los meses de diciembre, enero y febrero, meses en los que cae el solsticio de invierno, proporcionan pocas horas de luz y representan el periodo más sensible. De hecho, la aparición del trastorno afectivo estacional es visible en porcentajes significativamente más altos en la temporada de otoño e invierno y significativamente más bajos en la temporada de verano.
En este artículo intentaremos aclarar cuáles son los síntomas del trastorno afectivo estacional o depresión estacional y cómo se puede afrontar y manejar.
¿Qué es el trastorno afectivo estacional?
El trastorno afectivo estacional (no confundir con la meteorosensibilidad), es un tipo de depresión mayor con un patrón estacional. Desde un punto de vista biológico, las personas que lo padecen presentan una dificultad en la regulación de la serotonina, que se considera uno de los factores responsables de equilibrar el estado de ánimo.
De hecho, un estudio (McMahon et al., 2014) ha demostrado que "los pacientes con trastorno afectivo estacional muestran fluctuaciones estacionales en la unión con el transportador cerebral de la serotonina”.
En las personas con este trastorno, la proteína (SERT) que transporta la serotonina en nuestro organismo aumenta en invierno y disminuye en verano, y eso es lo que provoca la depresión y el trastorno estacional. A lo largo del verano, por lo general, la luz solar suele mantener los niveles de SERT naturalmente bajos pero, cuando la luz disminuye en otoño, también se produce la correspondiente disminución de la actividad de la serotonina.
Depresión estacional cíclica: causas fisiológicas
Las personas con trastorno afectivo estacional también pueden tener dificultades con un aumento de la producción de melatonina, una hormona que provoca somnolencia en momentos de oscuridad.
Cuando cae la oscuridad en los días de invierno, aumenta la producción de melatonina y, en los individuos con trastorno afectivo estacional, se percibe somnolencia y letargo. Este aumento anómalo afecta a los ritmos circadianos. En las personas con síndrome afectivo estacional, esta señal circadiana se sincroniza de forma diferente y, por lo tanto, el organismo se adapta con más dificultad.
Otra consideración a la hora de analizar las causas de la depresión estacional es la vitamina D. Esta afecta a la actividad de la serotonina y la melatonina y, según algunas investigaciones aún en curso, la deficiencia de vitamina D puede estar asociada a síntomas depresivos.
Trastorno afectivo estacional: definición psicológica
Según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5), los criterios diagnósticos del trastorno afectivo estacional incluyen síntomas típicos del trastorno depresivo mayor.
Respecto a cuánto dura la depresión estacional, los síntomas de la depresión afectiva estacional tienen una duración limitada a una sola estación, con fluctuaciones cíclicas generalmente bien definidas. Es más probable que se produzcan:
- una depresión estacional en otoño;
- una depresión estacional en primavera.
En las demás estaciones se produce una recuperación total del estado de ánimo normal durante al menos dos años. No obstante, también puede producirse una depresión estacional en verano, que es menos frecuente que la depresión estacional invernal.
Trastorno afectivo estacional: síntomas
¿Cuáles son los síntomas de la depresión estacional? El trastorno afectivo estacional puede convertirse en una afección crónica y presentar episodios depresivos cíclicos. Entre los síntomas más comunes de la depresión afectiva estacional se encuentran:
- hipersomnia o insomnio,
- hiperfagia o hipofagia,
- fatiga mental,
- astenia,
- dificultades de concentración,
- irritabilidad.
Una especificidad de los individuos con depresión estacional es la presencia de un estado de ánimo depresivo pero reactivo (que se acentúa en las horas vespertinas) tras un acontecimiento positivo. Según la evolución, se diferencian dos formas de trastorno afectivo estacional:
- El trastorno afectivo estacional invernal, en el que la modalidad depresiva comienza con alteraciones estacionales en otoño, alcanza su punto álgido en invierno (en meses como enero y febrero) y se resuelve en primavera.
- El trastorno afectivo estacional estival, que comienza en primavera, alcanza su punto álgido en verano y se resuelve al principio de la estación otoñal.

Depresión estacional invernal
El trastorno afectivo estacional en invierno es muy frecuente. Los síntomas aparecen en los meses de invierno (otoño e invierno) y pueden incluir:
- cansancio,
- fatiga,
- desviación del estado de ánimo,
- irritabilidad,
- dificultades de concentración,
- dolor musculoesquelético,
- disminución del deseo sexual,
- hipersomnia,
- hiperapetencia,
- aumento de peso.
Depresión estacional estival
El trastorno afectivo estacional en verano (durante la cual la intolerancia al calor y la ansiedad pueden agravar aún más el cuadro sintomático) tiene su inicio en estaciones cálidas como la primavera o el verano.
Al final de las vacaciones, por ejemplo, el estado de ánimo puede decaer debido a lo que se conoce como "síndrome del regreso de las vacaciones" y una de las consecuencias extremas puede ser un estado depresivo. Los síntomas que pueden aparecer con más frecuencia en la depresión estival son los siguientes:
- insomnio,
- falta de apetito,
- pérdida de peso,
- irritabilidad,
- dificultad para concentrarse,
- ansiedad y agitación psicomotriz,
- desviación del estado de ánimo.
La fase aguda suele producirse en los meses más oscuros y, en casos graves, el trastorno afectivo estacional puede presentar pensamientos suicidas.
Trastorno afectivo estacional y depresión mayor
¿Quién es más propenso a la depresión estacional? El trastorno afectivo estacional entra dentro de las especificaciones del trastorno depresivo mayor y la distimia (un trastorno que causa depresión crónica con una duración constante de al menos dos años). El trastorno afectivo estacional difiere de la distimia en la intensidad de los síntomas y la duración.
Por lo tanto, la persona que lo padece puede experimentar otros síntomas asociados a este trastorno, como:
- pensamientos de inutilidad,
- ansiedad y ataques de ansiedad,
- pensamientos suicidas,
- pérdida de interés y placer por las actividades (anhedonia) y astenia,
- disminución de las interacciones sociales, sentirse solo/a,
- dificultad para concentrarse y para las funciones cognitivas normales,
- disminución de la libido,
- agitación psicomotriz.
Trastorno afectivo estacional y trastorno bipolar
La depresión estacional recurrente también puede darse en quienes padecen trastorno bipolar y trastornos relacionados (como el trastorno bipolar 1 y 2). De hecho, aunque la mayoría de las personas que sufren depresión estacional padezcan un trastorno depresivo mayor, un pequeño porcentaje puede padecer trastorno bipolar.
Para establecer un tratamiento eficaz del trastorno afectivo estacional que se manifiesta en quienes padecen depresión mayor o trastorno bipolar, debe realizarse un diagnóstico diferencial. El diagnóstico diferencial con el trastorno bipolar es fácil de detectar, ya que en este trastorno la alternancia de fases eufóricas y depresivas puede durar meses, y la depresión por el cambio estacional puede ser más pronunciada.
Depresión afectiva estacional: ¿existe un test?
Para realizar un diagnóstico de trastorno afectivo estacional, es necesario confiar en un profesional, ya que puede haber confusión entre la depresión estacional y el hipotiroidismo u otras patologías. El médico y el psicólogo trabajan juntos para investigar las razones de la astenia que genera el trastorno, con un análisis físico y psicológico simultáneo, que representa por lo tanto una prueba diagnóstica indispensable.
A través de entrevistas psicodiagnósticas y test de depresión, el psicólogo investiga la posible presencia del trastorno afectivo estacional. Se puede realizar un cribado denominado Cuestionario de Evaluación del Patrón Estacional (SPAQ), desarrollado en 1984 y que se sigue utilizando hoy en día para investigar el alcance de una posible depresión afectiva estacional.
Sin embargo, el cuestionario no tiene una alta especificidad y no puede utilizarse como única herramienta diagnóstica. Para evaluar los trastornos afectivos estacionales y sus síntomas se requiere la colaboración de varios expertos.
Depresión estacional: remedios y tratamiento
Es posible combatir el trastorno afectivo estacional con el uso de fármacos que actúan sobre la serotonina. Sin embargo, corresponderá al profesional evaluar la necesidad del fármaco según cada caso concreto. Un enfoque que puede resultar eficaz en el tratamiento del trastorno afectivo estacional es la psicoterapia.
¿Cómo combatir la depresión estacional?
Además de utilizar los métodos que hemos mencionado, se está desarrollando gradualmente la técnica de la Bright Light Therapy, es decir, la fototerapia para la depresión estacional basada en la hipótesis del fotoperiodo.
La técnica consiste en someter al paciente a luces artificiales para prolongar el fotoperiodo: las investigaciones sobre fototerapia han demostrado que esta técnica logra una buena eficacia en poco tiempo pero, por supuesto, muchos de los estudios aún están en marcha para:
- comprender cuál podría ser la duración ideal del tratamiento;
- estudiar los efectos secundarios de la exposición (que podrían incluir problemas oculares, irritabilidad y migrañas).
¿Cómo se trata la depresión estacional?
Es fundamental exponerse a la luz solar natural (que no tiene efectos secundarios), hacer ejercicio y vigilar la dieta. También puede ser recomendable, por ejemplo:
- practicar yoga para la depresión estacional (Shapiro et al., 2006);
- realizar ejercicios de atención plena para la ansiedad con el fin de gestionar el trastorno depresivo estacional por ansiedad;
- acudir a un profesional, también online, como es el caso de los psicólogos y psicólogas de Unobravo.
La psicoterapia, y en particular las técnicas de terapia cognitivo-conductual, pueden ayudar a identificar y modificar los pensamientos y comportamientos que conducen a estados depresivos. Aprender a gestionar el estrés, replantearnos los estados de ánimo bajos con un enfoque diferente y dedicar tiempo a nuestro propio bienestar (por ejemplo, buscando el contacto con la naturaleza) puede facilitar la mejora del trastorno.
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