La menopausia no es una enfermedad, sino una fase fisiológicamente presente en la vida de las mujeres que coincide con el fin de la fertilidad. Este período, que se suele presentar entre los 45 y los 55 años, implica cambios significativos a nivel hormonal, con una reducción progresiva de la producción de estrógenos por parte de los ovarios. Dichos cambios no solo influyen en el cuerpo, sino que también intervienen en la salud mental de la mujer.
Según algunos estudios científicos, la menopausia puede estar asociada con una serie de síntomas psicológicos entre los que se encuentran la ansiedad, la depresión, la irritabilidad, el cansancio, los cambios de humor, la dificultad para concentrarse y los trastornos del sueño (Sandilyan & Dening, 2011).
Sin embargo, la relación entre la menopausia y los trastornos del estado de ánimo no siempre es lineal, ya que los síntomas depresivos se pueden solapar con los que provienen de la disminución de los estrógenos, lo cual hace que su valoración resulte más compleja.
Hacer frente a estos cambios con una educación psicológica y médica adecuada puede resultar fundamental para garantizar una buena calidad de vida. De hecho, incluso algunas estrategias tan sencillas como puede ser adoptar una dieta equilibrada, empezar a hacer actividad física, seguir una terapia hormonal sustitutiva (en el caso de que esté indicada) y buscar apoyo psicológico pueden ayudar a mitigar los posibles efectos indeseados de la menopausia.
Menopausia y cambios hormonales: el impacto en la psique
La menopausia conlleva una reducción significativa de la producción de estrógenos y progesterona, dos hormonas que desempeñan un papel clave en la regulación del estado de ánimo y de la funcionalidad del sistema nervioso central. En concreto, los estrógenos tienen un efecto neuroprotector e influyen en la producción de neurotransmisores como la serotonina y la dopamina, sustancias que son fundamentales para el bienestar mental (Pluchino et al., 2010). Su disminución puede contribuir a la aparición de la ansiedad, la depresión y la irritabilidad, así como afectar momentáneamente a algunos procesos cognitivos, como la dificultad para concentrarse y la memoria.
Un estudio longitudinal demostró que las mujeres que están experimentando la transición a la menopausia tienden a afirmar con más frecuencia que perciben un empeoramiento de la calidad de vida, asociado a un descenso significativo de la funcionalidad física y mental respecto a las que aún no han llegado a esta fase (Mishra et al., 2003).
En particular, las mujeres que permanecen en el estado perimenopáusico o que toman terapia hormonal sustitutiva (THS) parecen mostrar un mayor malestar con este tipo de restricciones.
Evidentemente, no todas las mujeres viven estos cambios de la misma manera. Algunos factores como la predisposición genética, el estilo de vida, las condiciones de salud preexistentes y el apoyo social pueden influir en los síntomas psicológicos asociados con la menopausia. Algunas mujeres son más vulnerables a los desequilibrios hormonales y pueden desarrollar trastornos del estado de ánimo más pronunciados, mientras otras atraviesan esta fase con síntomas más leves o casi inexistentes.
En este sentido, entender el impacto de la menopausia y reconocer de forma precoz los signos de malestar puede permitir intervenir rápidamente con tratamientos adaptados. De este modo sería posible mejorar la calidad de vida y reducir el riesgo de desarrollar un estado de malestar psicológico más acentuado.
Un enfoque personalizado, que tenga en cuenta las necesidades específicas de cada mujer, puede marcar la diferencia a la hora de mantener el bienestar emocional y mental durante un periodo de cambio que puede ser importante por diversas razones.

Transición menopáusica: efectos de la menopausia en la salud mental
La etapa de la menopausia puede suponer un reto psicológico, no solo por los cambios biológicos que se producen, sino también por el impacto emocional y social que puede tener esta fase. Mientras que, por un lado, la reducción de los estrógenos influye en la regulación del estado de ánimo y hace que algunas mujeres sean más vulnerables a la ansiedad y la depresión (Hogervorst et al., 2022), por otro lado, el estigma social y la presencia de cogniciones rígidas sobre el envejecimiento o el concepto de “feminidad” son elementos que pueden minar la autoestima y el bienestar psicológico (Mauas et al., 2014).
Menopausia y ansiedad
¿Palpitaciones y ansiedad en la menopausia? ¿Sofocos y ansiedad? ¿Ansiedad por comer? La ansiedad es un síntoma habitual durante la menopausia y se puede manifestar de diferentes maneras, como preocupación constante, tensión, irritabilidad, palpitaciones y dificultad para concentrarse. De hecho, la disminución de los estrógenos altera el funcionamiento de neurotransmisores clave como la serotonina y el GABA, cuyo rol es fundamental en el control de la ansiedad (Bossé & Paolo, 1996).
Para reducir los síntomas ansiosos es posible adoptar estrategias eficaces como mindfulness, actividad física regular y respiración profunda. En algunos casos, la terapia hormonal sustitutiva puede representar un apoyo valioso, pero siempre es importante valorar los beneficios y riesgos con un especialista.
Menopausia y depresión
Un artículo publicado en Archives of women’s mental health parece indicar que durante el periodo de la menopausia puede aumentar el riesgo de depresión, en concreto en las mujeres con antecedentes de trastornos del estado de ánimo. Los síntomas pueden incluir tristeza persistente, pérdida de interés por las actividades cotidianas, cansancio, trastornos del sueño, como el insomnio en la menopausia, y dificultad para concentrarse. Las fluctuaciones hormonales pueden interactuar con factores psicológicos y de la personalidad, como una fuerte autocrítica, lo que aumenta el riesgo de desarrollar síntomas depresivos más intensos (Mauas et al., 2014).
Para afrontar los aspectos depresivos que pueden darse en la menopausia, puede resultar útil recurrir a apoyo profesional. Asimismo, no hay que infravalorar la importancia de crear un apoyo social adecuado: sentirse comprendidas y apoyadas por parte de amigos, familia o grupos de apoyo puede mejorar de forma significativa el bienestar emocional.
Cambios de humor e irritabilidad
Los cambios de humor y la irritabilidad son síntomas habituales de la menopausia, que a menudo se deben a variaciones hormonales que influyen en la regulación emocional. La reducción de los estrógenos puede hacer que sea más difícil gestionar el estrés, lo que aumenta la sensibilidad emocional y conlleva cambios en el estado de ánimo frecuentes y repentinos (Hogervorst et al., 2022).
Un estudio demostró que las mujeres con una fuerte tendencia a la autocrítica tienen más dificultades para regular sus emociones durante la menopausia, lo que aumenta el riesgo de desarrollar síntomas depresivos más acentuados (Mauas et al., 2014). Sin embargo, existen diferentes estrategias que pueden ayudar a mantener la estabilidad emocional, como la adopción de técnicas de relajación, la meditación y la actividad física. En este caso, la terapia hormonal personalizada también puede ser una opción para algunas mujeres, pero es importante hablarlo con el médico.
Estrés y menopausia: una conexión que no hay que infravalorar
El estrés es un factor clave en la modulación de la experiencia menopáusica, ya que influye en la gravedad de los síntomas físicos y psicológicos. Se ha demostrado que el estrés percibido y las actitudes hacia la menopausia pueden intensificar síntomas como el insomnio, la fatiga, los cambios de humor e incluso el dolor muscular y articular, lo cual exacerba la sensación general de malestar (Nosek et al., 2010).
Asimismo, el nivel de estrés experimentado puede desempeñar un papel en la menopausia precoz, ya que factores como la ansiedad crónica y el distrés psicológico se asocian a un adelanto en la edad de la menopausia y a una acentuación de los síntomas físicos y psicológicos asociados (Bauld & Brown, 2009).
Desde hace ya algunas décadas, también se ha demostrado que un alto nivel de estrés está correlacionado con un aumento de los trastornos del sueño, dificultades cognitivas y síntomas físicos como sofocos, palpitaciones y sudores nocturnos, todo lo cual contribuye a una reducción significativa de la calidad de vida durante la menopausia. (Ballinger, 1985). Asimismo, el estrés crónico puede amplificar la respuesta inflamatoria del organismo, lo que empeora algunos síntomas que ya estén presentes durante el período de la menopausia y aumenta el riesgo de desarrollar trastornos como la ansiedad y la depresión.
Para mejorar el bienestar psicológico es fundamental adoptar estrategias eficaces de gestión del estrés.
Entre los recursos más utilizados se encuentran la meditación, la actividad física regular, una dieta equilibrada y el apoyo social. Además, algunas técnicas de relajación como el entrenamiento autógeno, el entrenamiento de la relajación muscular y el yoga pueden contribuir a reducir la activación del sistema nervioso simpático y promover una mayor serenidad y resiliencia.
Por último, el apoyo psicológico y la psicoterapia, tanto presencial como a través de la terapia online, han demostrado ser herramientas eficaces para afrontar el estrés y mejorar la capacidad de adaptación a los cambios de la menopausia, lo cual contribuye a una mejora significativa de calidad de vida.
Consecuencias psicológicas de la menopausia en la vida diaria
La menopausia puede influir de forma significativa en la vida diaria de las mujeres y afectar al bienestar emocional, las relaciones familiares y sociales, la autoestima y la percepción de una misma.
El impacto de estos cambios hormonales no puede separarse de factores psicosociales como el estrés, el apoyo familiar y el contexto cultural y socioeconómico, que desempeñan un papel determinante en la calidad de la experiencia menopáusica. Algunos estudios recientes muestran que el estrés que se ha experimentado durante acontecimientos críticos puede aumentar la intensidad de los síntomas, como los sofocos, mientras que el apoyo emocional, sobre todo si no es continuo, no siempre consigue atenuar el impacto de los mismos (Arnot et al., 2021).
La presencia de la depresión en esta fase está asociada a una disminución significativa de la percepción de la calidad de vida, de la funcionalidad social y de la adaptación emocional, lo cual a veces requiere la intervención de especialistas en el ámbito psicológico, como un psicólogo online, o psiquiátrico (Wariso et al., 2017).
Al mismo tiempo, es fundamental reconocer la importancia de los determinantes sociales de la salud, como el nivel educativo, la estabilidad económica y el apoyo relacional, los cuales pueden influir en la manera en la que la mujer afronta la menopausia (Namazi et al., 2019). Ofrecer la escucha y la validación adecuadas no solo permite gestionar los síntomas de la menopausia, sino que también fomenta la resiliencia, el bienestar y una visión positiva de esta fase de transición.

Una mirada hacia el cambio
La menopausia es un cambio natural que cada mujer vive a su manera. Con el enfoque adecuado, puede convertirse en una oportunidad para cuidar de sí misma, reforzar el bienestar y descubrir nuevos recursos internos. Buscar apoyo médico y psicológico cuando sea necesario y adoptar estrategias para mejorar la calidad de vida son pasos fundamentales.
Cada mujer merece afrontar esta etapa con serenidad, respeto y confianza en su experiencia personal. Sin olvidar que cada cambio lleva consigo miedos que son apropiados, pero que con conciencia, escucha y apoyo se pueden transformar en crecimiento personal, descubrimiento y una fuerza interior renovada.